MANUEL MORENO ROMERO
Sacristán y organista de Santa Cruz de Retamar (Toledo)

Nació Manuel en Nombela (Toledo) el 9 de septiembre de 1904, hijo de Damián y Olegaria, siendo el más pequeño de tres hermanos. Su padre murió cuando él tenía 6 años de edad. Desde pequeño fue muy aficionado a la música por lo que iba a un pueblo cercano a tomar clases de un profesor.
Cuando el párroco de Nombela, Siervo de Dios Carlos Alcocer Corralo fue trasladado a Santa Cruz del Retamar (Toledo) le pidió a Manuel, que entonces tenía 17 años, que marchase con él como organista, él aceptó y se trasladó con su madre y sus dos hermanas a Santa Cruz, además de organista, se le nombró también sacristán.
En Santa Cruz, Manuel contrae matrimonio con Aurea Sánchez García, hija de una familia sin problemas económicos, que les favorecerán con la creación de un establecimiento de alimentación, trabajo que el Siervo de Dios compagina con el de la parroquia.
Fue un hombre bueno, querido por todos, según los testigos, si alguien se acercaba a la tienda sin dinero jamás salía sin el género, si algún pobre iba descalzo mi padre le daba unos zapatos, si llegaban sin comer les sacaba un plato de comida, si llegaban sin ropa y hacía frío, salía con lo que el pobre necesitase, abrigo, chaqueta o cualquier prenda para el frío, fue un hombre amante de su prójimo.

Una vez murió un gitano llamado Aquilino residente en el pueblo pidieron a Manuel que tocase las campanas de difuntos pero le comentaron que esta familia no tenía ropa para amortajarle, él marchó rápido a su casa, cogió zapatos, pantalones calcetines, camisa y chaqueta y las llevó a casa del difunto y se lo entregó a sus hijos para que le pudieran amortajar… Son muchos los casos en los que se relata como el Siervo de Dios ayudaba económicamente y prestaba todo lo necesario a las personas que lo solicitaban, e incluso sin pedírselo, si tenía conocimiento de alguna necesidad. 

En la parroquia de Santa Cruz del Retamar de dos mil setecientos catorce habitantes, antes del estallido de la guerra civil ya se habían creado situaciones violentas para la Iglesia, en las que Manuel como sacristán tuvo que sufrir, como la prohibición de tocar las campanas… también se destrozaron algunas cruces públicas y del Calvario... Además hubo grandes manifestaciones políticas y antirreligiosas.
Tres días después del 18 de julio, se prohibió la salida del pueblo al párroco, el Siervo de Dios Carlos Alcocer. Ese mismo día 21, los milicianos arrebataron al sacristán las llaves del templo parroquial que en lo sucesivo quedó destinado a granero. Los dos sacerdotes fueron asesinados en los últimos días del mes de julio.
Un mes después, el 25 de agosto, fueron a por Manuel. Los milicianos estuvieron toda la noche custodiando la casa para que no pudiera salir nadie. Durante las primeras horas de la madrugada se lo llevaron, mientras repetía “-¡yo les perdono!”. Su esposa Aurea que tenía entre sus brazos a su pequeña, de tan sólo tres meses, se abrazaba a Manuel, mientras los milicianos los golpeaban para separarlos con la culata del fusil. Lo condujeron a Santa Olalla (Toledo) y a las 5 de la mañana de 26 de agosto, en las puertas del cementerio, le ataron las manos atrás con unos alambres y le dispararon. Su madre murió de pena a los cinco meses de la muerte de Manuel.
Escondido en el cementerio se hallaba el hijo del gitano a quien el Siervo de Dios le dio la ropa para amortajarle, él presenció todo y comentó “-¿Quién hubiera podido dar la vida por este hombre?”. Manuel tenía entonces 31 años. Este gitano vio como hicieron la zanja donde le tiraron, gracias a él pasados seis meses, sus familiares pudieron recoger el cuerpo que trasladaron al cementerio de Santa Cruz donde le dieron cristiana sepultura.
Testigos declaran que cuando le llevaba a fusilar le dijeron que como tenía amistad con muchas personas, él debía conocer a los que se habían afiliado a la Falange y que si decía sus nombres le perdonarían la vida. Era un grupo de casi veinte personas y, aunque sí les conocía porque se lo habían comentado ellos mismos, él dijo que no sabía quiénes eran