RUFINO ESTEBAN-MANZANARES CANO
Ecónomo de Nóez (Toledo)
Nació el 19 de julio de 1902 en Navahermosa (Toledo), hijo de Casildo y María Paz. En el libro de Bautismo de la parroquia consta que recibió el subdiaconado el 22 de septiembre de 1923, de manos del Cardenal Reig Casanova. Se ordenó el 29 de noviembre de 1925.
Tuvo que hacer el servicio militar en Ceuta. Cuando ya había recibido las primeras órdenes, como pertenecía a una familia de pastores, le decía en broma a su primo Juan de Dios que era guardia civil: “-¡Ya hay dos autoridades en la familia!”. Éste primo hermano fallecía en la Navidad de 1924, y desde entonces don Rufino se volcará en la educación de sus dos hijos, Amalia y Jesús. El neosacerdote se llevará, desde el principio, a vivir con él a sus padres y a su hermana Socorro, que tenía una aguda discapacidad mental.
Amalia, pasaba temporadas con don Rufino en Totanés (Toledo), en donde ejercía como párroco y recuerda que iban con frecuencia a Noez a visitar al Siervo de Dios don Félix Calleja Blas (que después pasó de coadjutor a la parroquia de Los Yébenes y que sufriría el martirio en la primera semana de guerra, el 24 de julio). Gracias a ella conservamos muchos recuerdos del Siervo de Dios.
En julio de 1936 don Rufino estaba destinado en la parroquia de San Julián de Noez (Toledo). Atendía a sus obligaciones pastorales con gran entrega y diligencia. “Era muy cercano a la gente que respondía con su cariño a ese celo y trabajo por atraerse a los vecinos en su mayoría campesinos entregados a sus labores”. Hombre generoso en extremo, daba todo lo que tenía y algo más especialmente socorriendo a las viudas, huérfanos y enfermos a los que visitaba frecuentemente llevándoles el Viático y también su consuelo.
La catequesis era su gran preocupación, que impartía a diario después de terminar los chicos la escuela, incluso los domingos antes de la Misa mayor. Se le recuerda jugando con toda normalidad con los jóvenes con los que participaba en sus juegos de pelota.
El día 25 de julio, fiesta del Santiago Apóstol, estando en el templo para disponerse a celebrar la santa misa con algunos feligreses, los milicianos invadieron la iglesia. Le obligaron a quitarse los ornamentos y hasta la sotana, para después encerrarle en la torre, con el pretexto de que vigilara posibles incursiones de adversarios. Vuelto a su casa, permaneció allí hasta ser detenido con el Siervo de Dios don Ignacio Estrella (Nuestros mártires/77), párroco de la localidad vecina de Pulgar (Toledo), que había ido buscando seguridades que no encontró. Milicianos de la FAI y de la CNT detuvieron a los dos sacerdotes y los encerraron en las escuelas.
Finalmente el 8 de agosto, Don Rufino y Don Ignacio, después de sacarles de la prisión, son conducidos hasta la localidad próxima de Polán (Toledo) y allí se les obligó a bajar del vehículo que los transportaba, ordenándoles que se volvieran de espaldas, pero ambos se negaron. El sitio del martirio fue en las cercanías de la fábrica de harinas de Guadamur junto a la carretera, donde se levantó luego una cruz. Apretando el rosario entre sus manos, Don Rufino les dijo: “-¡Los seguidores de Cristo son valientes y mueren de cara a los que los matan!” Murieron perdonando a sus asesinos.