SANTIAGO FERNÁNDEZ LÓPEZ
 Ecónomo de Totanés (Toledo)
 

15 de mayo de 1935. Queda un poco más de un año para que se produzca el Alzamiento militar en África. Lo narra “El Castellano”: “Detalles de la santa pastoral visita. La estancia del señor arzobispo en Totanés”. La crónica nos ofrece el siguiente relato:
“Brillante en verdad fue el recibimiento que hizo nuestro pueblo el pasado día 11 a nuestro amadísimo prelado (Monseñor Isidro Gomá y Tomás). Desde muy de mañana, los niños y las niñas de la Catequesis iban y venían con sus banderitas con los colores pontificios y de la Inmaculada esperando el fausto acontecimiento. A las tres y media… entre vítores y entusiastas aclamaciones, descendía del automóvil su excelencia reverendísima, y previos los saludos de rigor y presentación de las autoridades, hecha por nuestro señor cura ecónomo, don Santiago Fernández, al que acompañaban los señores curas de Cuerva, Gálvez, Guadamur y Noez, recorrió triunfalmente las calles, profusamente engalanadas. Un puñado de jóvenes había levantado de antemano un arco de fronda en el que se leían inscripciones de salutación del pueblo al prelado. Hechas las ceremonias de rúbrica, dirigió su excelencia reverendísima la palabra a los fieles, que llenaban por completo la iglesia con el mayor silencio y compostura; expuso con gran elocuencia el objeto de la visita, haciendo oportunas y acertadas consideraciones sobre nuestra santa religión. Practicada la Confirmación, fue recibiendo a las autoridades, señores maestros y las distintas asociaciones parroquiales, alentando a todos con sus prudentes y sapientísimos consejos. En medio del más delirante entusiasmo se le despidió a su excelencia reverendísima, partiendo éste para Toledo, indudablemente con la impresión de que salía de un pueblo que sabe apreciar muy de veras que el título de católico es el mayor timbre de gloria de que se gloría.

Al día siguiente, junto con la fiesta del Patrocinio de San José, se celebró la primera comunión de los niños de la Catequesis, en la que todos pusieron su empeño en que resultase con el mayor esplendor, elevado su espíritu como estaba por la reciente pastoral visita. Predico nuestro señor cura ecónomo, poniendo a San José como el modelo del obrero dignificado y como protector de la infancia; cautivando durante media hora la atención de todos y haciendo con su fácil palabra brotar, a veces, lágrimas a los mayores.
A la tarde se consagró a los niños a la Santísima Virgen y a Cristo Rey, terminando con solemnísima procesión, que recorrió parte del pueblo, embalsamando el ambiente con las voces armoniosas de los niños, en cuyo pecho Cristo moró por vez primera”. En la foto, el cardenal Isidro Gomá.

6 de mayo de 1964. Si la semana pasada comenzábamos el artículo narrando la visita pastoral del cardenal Gomá al pueblo de Totanés, en cuya parroquia don Santiago Fernández ejercía como cura ecónomo, hoy nuestro relato se traslada hasta la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.
En esa fecha fueron trasladados los restos del Siervo de Dios y los de su hermano José. Según ha podido saber don Eugenio Guerra (colaborador de la Postulación), en 1964, “por influencias, según se cuenta, de un familiar que trabajaba en Madrid, en algún organismo o delegación de “los Sindicatos”, la familia decidió trasladar los restos de los hermanos Fernández López a la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, lo que se verificó el 6 de mayo del mencionado año”.
Como es sabido el 1 de abril de 1940, primer aniversario de finalización de la Guerra Civil, mediante Decreto, Francisco Franco dispuso la construcción de un gran monumento destinado a perpetuar la memoria de los Caídos. El Papa Juan XXIII, que será canonizado el próximo 27 de abril, resumió las líneas maestras de la espiritualidad de este monumento en el breve pontificio de 1960 por el que concedió el título de Basílica Menor a la iglesia de Santa Cruz del Valle de los Caídos, que comienza con las siguientes palabras:
“Yérguese airoso en una de las cumbres de la sierra de Guadarrama, no lejos de la Villa de Madrid, el signo de la Cruz Redentora, como hito hacia el cielo, meta preclarísima del caminar de la vida terrena, y a la vez extiende sus brazos piadosos a modo de alas protectoras, bajo las cuales los muertos gozan el eterno descanso… Este monte sobre el que se eleva el signo de la Redención humana, ha sido excavado en inmensa cripta, de modo que en sus entrañas se abre un amplísimo templo, donde se ofrecen sacrificios expiatorios y continuos sufragios por los Caídos en la guerra civil de España, y allí, acabados los padecimientos, terminados los trabajos y aplacadas las luchas, duermen juntos el sueño de la paz, a la vez que se ruega sin cesar por toda la nación española”.
La inauguración se produjo el 1 de Abril de 1959 y con restos de 8.746 víctimas ya depositados en las Criptas de la Basílica. En los Libros Registros se anotaron ingresos desde el 17 de marzo de 1959 al 3 de Julio de 1983. El total de restos ingresados en el Valle de los Caídos es de 33.833. De los cuales 21.423 están identificados y 12.410 son de desconocidos.

Santiago nació el 12 de octubre de 1907 en Madrid y fue ordenado sacerdote el 26 de junio de 1932. Tras el estallido de la guerra civil, siendo ecónomo de la parroquia de Totanés (Toledo), los del pueblo le prometían cierta seguridad. Lo cierto es que el 25 de julio de 1936 le quitan las llaves de la iglesia. Don Santiago creyó que entre sus familiares hallaría mayores garantías. El 5 de agosto se encaminó a Orgaz, donde residen los suyos. Allí permaneció oculto hasta el 15 de agosto.

En todas las referencias sobre su detención, martirio o enterramiento el Siervo de Dios aparece siempre asociado a su hermano menor, de nombre José, a quien se le cita como empleado de Hacienda o de la Diputación Provincial.
El domicilio de su hermana Antonia, que era de sus abuelos maternos, se encontraba en el inmueble nº 1 de la actual calle del Castillo, en Orgaz; lugar donde se produjo la detención de ambos hermanos.
Según los testimonios aportados pueden reconstruirse las escenas de la detención: la tarde-noche del 15 de agosto un grupo de milicianos acude a la casa del Siervo de Dios donde vive con su hermana y el mencionado José; según otras fuentes había en esos momentos, o acudieron con el alboroto, otros familiares; ante el revuelo y alarma, los hermanos Fernández López intentan eludir la detención huyendo por los tejados a la casa contigua, en la que vivía Marcial Gómez; los milicianos los persiguen y los apresan; al sacarlos detenidos por la casa del antes mencionado Sr. Gómez, don Santiago se despide de él con un lacónico y premonitorio “-¡Adiós Marcial, nos vemos en la Eternidad!”, palabras que por su profundo significado y posterior desenlace de los hechos, quedaron permanentemente en la memoria del Sr. Gómez, repitiéndolas siempre que hacía alusión a estos acontecimientos.
Según se sabe, un primo hermano de Santiago y José, llamado Manuel López Gómez, hizo frente a los milicianos al conocer sus pretensiones, lo que desencadenó una escalada de violencia con insultos, voces, golpes, culatazos y algún que otro disparo de los milicianos hacia este pariente. Recibió un disparo y, gravemente herido, fue abandonado por los milicianos, dándole por muerto, en el mismo domicilio de la detención.

18 de agosto de 1936. Los hermanos Fernández López fueron conducidos a prisión el día de la Asunción.
Ramón Perea Bravo, en su libro “Historia de la Muy Noble, Leal y Antigua Villa de Orgaz, Toledo”, Talleres tipográfico Gómez-Menor, 1964, en su página 84, refiere de esta manera los acontecimientos del asesinato:
“[...] 18 de agosto. Rvdo. Sr. don Santiago Fernández López, presbítero. Don Pedro Perea Cid, agricultor. Don Basilio Perea Cid, agricultor. Don Francisco Salgado Ruiz-Tapiador, estudiante. Don José Fernández López, empleado de Hacienda. Don Fernando Pinillos Medrano, estudiante. Don Luis Ruiz de los Paños, guarda mayor de campo. Con ellos, uno de Sonseca que detuvieron en ésta.
Este grupo tuvo el gran consuelo de llevar como magnífico preparador para bien morir a un joven sacerdote, don Santiago Fernández, que confesó a todos sus compañeros de martirio, y, una vez en tierra, en las inmediaciones del pueblo de Mazarambroz, pidió a sus asesinos le permitieran morir el último para cumplir con cada uno de sus hermanos la santa misión del sacerdote. Consta que fue bendiciéndoles, cerrando sus ojos y administrándoles los últimos sacramentos. Una vez cumplida su misión para con los demás, al grito de “¡Viva Cristo Rey!”, entregó su vida a Dios y a la Patria [...].”
Trasladados sus restos, tras el fin de la contienda,  a la iglesia parroquial de Orgaz (en la fotografía la lápida que se conserva con los nombres de los dos hermanos en la cripta de la parroquia); después -como ya quedó dicho- su familia los llevó al Valle de los Caídos, con fecha de 6 de mayo de 1964.

Don Juan Francisco Rivera explica que respecto al templo de Totanés, “saqueado, quedó destrozado el armónium y los cinco altares que había. Por entonces las imágenes fueron guardadas entre un montón de astillas, en la iglesia, pero muy entrada la guerra, en venganza contra las derrotas que cada día eran mayores, por el mes de mayo de 1938 fueron quemadas”.