ENRIQUE PALOMO GALLARDO
Capellán del colegio de Doncellas Nobles de Toledo
La misma doctora Pedraza relata la famosa anécdota que sucedió una tarde de octubre, cuando “un estudiante de teología pobre en recursos pero rico en ilusiones, pasando por el portal de un zapatero, se detuvo en su chiscón para pedirle le arreglara los zapatos únicos que llevaba puestos y al irle a pagar su trabajo le dijo el zapatero: -Ya me los pagará vuesa merced, cuando sea cardenal de Toledo. Las viejas crónicas dicen que murió el zapatero y dos hijas doncellas quedaron huérfanas y desamparadas y el Cardenal agradecido fundó un colegio para cien doncellas”.
El 5 de marzo de 1551 se inaugura el Colegio y se nombra por patrono y defensor perpetuo al Arzobispo de Toledo “que por tiempo fuere”; a quien el cardenal Siliceo, en tono reiterativo y casi suplicante, se dirige para solicitarles: “Al cual, pedimos y rogamos por merced quiera aceptar el patronazgo, protección y amparo del Colegio, de las personas y haciendas de él, el cual, si fuere posible cada año… que lo visite… y mande corregir y enmendar aquello que más convenga para el servicio de Dios y bien del Colegio”.
En tiempos del cardenal Miguel Payá (1886-1891), los patronos se preocuparon del aumento de las plazas. En 1902 eran ya cien las colegialas. El edificio se hacía pequeño y hubo que comprar unas casas contiguas que se unieron por el pasadizo que aparece en la fotografía. El cardenal Victoriano Guisasola (1013-1920) dedicó tiempo y estudio a acomodarlas a los tiempos y necesidades de la vida moderna. En nuestros días, durante el pontificado del cardenal Marcelo González Martín (1972-1995), fue muy alabada la solución que se dio cuando el Colegio pasó a ser Residencia Universitaria y así, tras más de cuatro siglos de existencia, se respetó escrupulosamente la voluntad del cardenal Siliceo.
Igualmente, el cardenal Martínez de Siliceo decidió nombrar al rey Felipe II, y a todos sus sucesores, patronos del Colegio. Siglos después, exactamente en 1928, el rey Alfonso XIII visitó el Colegio de Doncellas Nobles, institución que no conocía personalmente. Le acompañaron el cardenal Segura; el Deán de la Catedral, Beato José Polo y el Director del Colegio, Siervo de Dios Agustín Rodríguez, además del Gobernador Civil y del Alcalde de la ciudad.
Ya en su momento hablamos del Siervo de Dios Agustín Rodríguez Rodríguez que encabeza la Causa de la Archidiócesis de Toledo junto al Obispo de Sigüenza, el Siervo de Dios Eustaquio Nieto y Martín y otros 464 mártires.
Cuando se publicaron sus notas biográficas (NM/124 – 2009) recordábamos que al ser nombrado para el cargo de Director del Colegio de Doncellas Nobles el Siervo de Dios “pudo desarrollar toda su gustosa y profunda inclinación didáctica. Lo mejor de su espíritu, de su sabiduría y su talento, lo puso allí. No sólo se entregó a la dirección moral de las jóvenes, sino que abordó, con toda hondura, la reforma pedagógica de los estudios de aquel internado, siempre con ánimo de buscar para las colegialas una preparación seria, moderna y útil. Hizo “programas escolares” para cada una de las enseñanzas”.
En los últimos meses, antes de sufrir el martirio (23 de agosto de 1936) preparaba la reforma del Reglamento del Colegio, buscando que fueran muchas más las jóvenes que disfrutasen de los beneficios de aquella rica y notable Institución. Como cosa inmediata, pensaba organizar, dentro del Colegio, la fabricación de cerámica artística, como enseñanza útil y bella para las colegialas.
Desde el principio el Colegio de Doncellas Nobles contó con un cabildo formado por varios sacerdotes que, junto a otras tareas pastorales, atendían a las jóvenes estudiantes.
En el texto de la doctora Esperanza Pedraza, que citábamos antes del verano, se puede leer: “en el ala sur del edificio, entrando por una de sus galerías, encontramos la capilla… nos extraña su división… coro de capellanes, con sus siete sitiales, que nos hacen recordar el paso de los que aquí dejaron su huella”. ¡Hasta cuatro capellanes sufrirán el martirio en aquel aciago verano de 1936!
Otro de los capellanes mártires fue el Siervo de Dios Mateo Sánchez Sevillano que fue asesinado junto al Siervo de Dios Rafael Morillas del Olmo.
Mateo era salmantino, del pueblo de Villares de Yeltes y había nacido el 20 de marzo de 1870. Se ordenó el 29 de septiembre de 1898. Los primeros días de agosto del año 1936 don Mateo, que contaba ya 66 años, se encontraba bastante enfermo. Era Capellán del Colegio de Doncellas Nobles en la ciudad imperial. La Guardia de Asalto había registrado esos días su domicilio buscando armas, sin encontrar nada, naturalmente. Luego pasaron las milicias y, respetando de momento su persona, arramblaron con todo lo que vieron de valor. Volvieron el día 9 de agosto, a las 12,15. Don Mateo reza un momento con las manos juntas. Una miliciana le da un manotazo, diciéndole: “-¡Quita esas manos y fúmate este cigarro!”. La sobrina que le cuida interviene afirmando que, en los anteriores registros, le habían respetado por estado de salud. Éstos contestan que no se preocupe, que pronto curará, y que se van al comité. Antes de irse, amenazaron a la sobrina conforme a que si, cuando regresasen a por él, no lo encontraban en casa, la matarían a ella. Don Mateo aprovecha para despedirse de sus familiares, instándoles para que en esos momentos se refugien en la oración.
Por su parte, el Siervo de Dios Rafael Morales era sevillano, del pueblo de Lebrija, donde había nacido el tres de julio de 1874. Sacerdote desde el 18 de marzo de 1899. Ocupa, en los años treinta, una capellanía de Reyes en la Catedral de Toledo. Aunque era unos años más joven que don Mateo, sin embargo, estaba en peores condiciones. No vivían muy lejos uno del otro.
Los milicianos habían ido al comité para hacerse con un coche. Primero recogieron a don Mateo. Una vez subido éste al automóvil, no con pocas dificultades, se presentaron en el domicilio de don Rafael. Un familiar les hizo notar también las dificultades que tenía para andar y sostenerse en pie. Pero ellos respondieron: “Si tanto te preocupa, lo matamos aquí mismo”. Ambos fueron conducidos, en ese coche de la muerte, hasta el Paseo del Tránsito, donde los remataron a tiros. Era el 9 de agosto.
Además de los dos sacerdotes ya referidos, cerramos esta serie con otros dos sacerdotes que también sufrieron el martirio durante los días de la persecución religiosa y estaban destinados como capellanes del Colegio de Doncellas Nobles.
Siervo de Dios Enrique Palomo Gallardo. Natural de Escalonilla (Toledo). Nació el 15 de julio de 1867 y recibió la ordenación sacerdotal el 14 de marzo de 1891. Tras su ordenación ocupó la capellanía de San Juan de la Penitencia en Toledo. En los años treinta aparece como capellán del Convento de Santo Domingo el Real y del Colegio de Doncellas Nobles de Toledo. Seriamente enfermo de artrosis con dificultad para andar. A la una de la tarde del 31 de julio de 1936, y a empujones, fue llevado por los milicianos hasta la plazuela del Colegio, diciéndoles con sorna: “-Míralo, que ya no volverás más aquí”. Y, junto a la pared del Colegio de Doncellas Nobles, dispararon contra él sus fusiles.