JESÚS GRANERO ESTESO
Párroco de Tembleque (Toledo)
Nació en el pueblo conquense de San Clemente el 26 de junio de 1873. Ordenándose sacerdote el 16 de junio de 1897.
En El Castellano del 9 de de mayo de 1911 se nos informa que “tuvo feliz resultado la entablada, como anunciamos a nuestros lectores, por nuestros amigos y suscriptores D. José Cabrera, párroco de Tembleque, y D. Jesús Granero, que lo era de Peal de Becerro (Jaén), habiendo marchado a sus nuevos curatos a posesionarse de ellos. Nuestra felicitación”
Así que desde entonces ejerce como párroco de Tembleque. Ese año, el 14 de abril, se da noticia “de que por primera vez, el joven presbítero Emilio Quesada, celebró la Santa Misa en la parroquia de Tembleque, apadrinándole el párroco de la misma don Jesús Granero y el coadjutor, don Vicente Morales. El orador fue el párroco de Manzaneque don Ricardo Marín, quien pronunció su elocuente discurso”.
En 1917, el 12 de abril, en Dos Barrios (Toledo) fue padrino de capa en el cante misa del siervo de Dios Juan Fernández Palomino. En 1920, el 25 de marzo, también actúa como padrino de capa en la primera misa del siervo de Dios Arsenio Téllez, en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Tembleque.
Ocupó las páginas de la prensa gráfica del momento en la colocación de la primera piedra y la bendición del llamado Grupo Escolar(13 de septiembre de 1924); a la que corresponde la foto que acompaña. También cuando se concluyeron las obras, el 9 de octubre de 1927, podemos leer: “La bendición la efectuó el señor coadjutor don Vicente Morales, pues nuestro párroco se encuentra aún convaleciente de su fractura de brazo”.
El 27 de noviembre de 1934 podemos leer en “El Castellano” la siguiente noticia en Tembleque: Un brillante acto catequístico. Reparto de premios a 300 niños.
«Con asistencia de las autoridades, y bajo la presidencia del virtuoso cura párroco don Jesús Granero Esteso, de la Junta parroquial, se celebró un acto organizado por las damas catequistas para premiar a los niños que tan asiduamente han concurrido a las clases de doctrina cristiana. El local fue ocupado totalmente por personas de todas las clases sociales. Al comenzar el acto, la señorita Leonor García, en sentidas y elocuentes frases, explicó el alcance y finalidad del acto que iba a celebrarse. “Las damas catequistas -dice- vienen realizando una labor fecunda en pro de la enseñanza cristiana, y como resultado de ella, celebramos hoy este acto. Se congratula de la emoción que ha despertado en los hijos de Tembleque la presencia de las damas catequistas, y exhorta a todos para que continúen por el camino emprendido, pues apartándose de Dios, todos pereceremos”.
Seguimos leyendo en la noticia:
O tros niños recitan algunos versos, y a continuación se levanta a hablar la señorita Antonia González González, quien se congratula de ver a su pueblo unido con el firme lazo de la fraternidad cristiana. Canta las excelencias de la Religión católica, y pide a los niños que se interesen por conocerla y amarla. Todo por la Religión lo hemos de sacrificar, queridos niños -añade-. Tened presente la persecución que hemos sufrido los católicos en estos últimos tiempos. Como ejemplo ahí tenéis la devastada región asturiana; pedid a Dios que derrame sus bienes sobre aquellas ciudades mártires.
La sociedad sin religión es nave sin rumbo. ¿Qué nos importa que nos llamen fanáticas? Nuestro sano ideal nos permite practicar la gran obra de misericordia: la de enseñar la doctrina cristiana, la de llevar a todos partes la virtud de la caridad infiltrándola en el alma infantil tal y como la predicaba el mismo Cristo».
Termina diciendo que espera que cada día sea mayor el amor de los hijos de Tembleque a la Iglesia católica.
Seguidamente se procedió al reparto de premios de unos 300 niños que asisten a la catequesis. La alegría en ellos era inmensa. En todos se apreciaba el regocijo propio de la infancia.
Finalmente hizo el resumen el señor cura párroco don Jesús Granero Esteso. Expresa la satisfacción que ha producido en su alma concurrencia tan extraordinaria. Queremos sacar de aquí -dice- unas lecciones de legítimo cristianismo que os serán de gran provecho en no muy lejanos días. Las obras cristianas son la gesta de nuestros antepasados. Pondera las excelencias del catecismo y exhorta a todos para que aprovechen y difundan sus salvadoras enseñanzas.
El acto resultó muy brillante y emotivo».
Cuando estalle la persecución, en los días de la guerra civil, la maestra del pueblo, Antonia González, también será asesinada. Tras detener al párroco de El Romeral, siervo de Dios Ursinio Pérez, que estaba con su familia en Tembleque, y al coadjutor, siervo de Dios Vicente Morales, junto a ellos apresan a la maestra Antonia González, según consta en su partida de defunción. Conducidos al cementerio de La Guardia (Toledo), el martirio sucedió al comenzar el 5 de diciembre de 1936, aunque no se sabe la hora exacta.
Conservamos una crónica del año 1924 sobre los “cultos al Sagrado Corazón” que sigue “conquistando prosélitos, merced al celo de nuestro digno párroco”. Pero, recogemos esta otra crónica, un año antes de que estalle la guerra civil. Es del 5 de julio de 1935, y leemos en “El Castellano”:
“La festividad del Sagrado Corazón de Jesús, al igual que todos los actos religiosos que se celebran en esta villa, ha constituido una verdadera jornada de afirmación católica. La conciencia religiosa de los hijos de este pueblo se ha manifestado fervorosamente. Estos hechos de tanta significación encarnan el sentir de los españoles que a estas horas y en todo momento exteriorizan su arraigada catolicidad. Es la fragancia de esta fecha del Sagrado Corazón de Jesús la aportación jubilosa de los creyentes y los españoles debemos consignar alborozadamente el gran sentimiento católico del país.
A las ocho de la mañana hubo misa de comunión y a las diez se celebró solemnemente la función religiosa, en la que ofició el señor cura párroco, don Jesús Granero Esteso, asistido del coadjutor don Vicente Morales Galán y del subdiácono don Telesforo Hidalgo, de Villa de Don Fadrique […]. Tembleque vuelve a su cauce; las aguas desbordadas corren camino de su caja normal; aquellos tiempos de exaltación antirreligiosa parece se han esfumado y renace en los espíritus el sentimiento cristiano que encierran las almas, desviadas de ayer, por su alejamiento de la Iglesia.
Todo, especialmente, se debe a la constante labor que despliegan en este pueblo las personas encargadas de llevar a efecto la verdadera obra cristiana, las que tienen como fundamento la máxima de Cristo”.
Cuando el 18 de julio de 1936 estalle la guerra el siervo de Dios se encontraba descansando esos días en su pueblo natal. El 6 de octubre un grupo de milicianos de Tembleque, enviados por el comité, fueron a detener al párroco a San Clemente, para conducirlo a su pueblo. Al llegar lo encerraron en la cárcel, donde fue maltratado y golpeado. Aquello tan sólo duró un día, pues el 7 de octubre lo sacaron y trasladándole al cementerio de La Guardia (Toledo) lo fusilaron.
Don Juan Francisco Rivera al narrar la persecución religiosa en la parroquia de Tembleque recoge un detallado inventario de lo que se destrozó y/o perdió durante los años que duró la guerra, desde el retablo, pasando por más de 90 imágenes, cuadros antiguos, el órgano, el armónium, cálices de plata, y un largo etcétera.
Por su parte, don Sebastián Cirac en su Martirologio de Cuenca, nos dice: “Don Jesús Granero, párroco de Tembleque (Toledo), iba todos los años a su pueblo natal, San Clemente, y a Vara del Rey, para descansar unos días con sus parientes. Le sorprendió la revolución marxista en el último pueblo, y fue apresado por los rojos, que lo maltrataron sin piedad, hasta que lo dejaron en libertad con la obligación de sostener un comedor público, y hacer leña en los altares, llevándola después a cuestas a la cocina. En el mes de octubre de 1936 se presentaron en Vara del Rey una cuadrilla de milicianos, feligreses de Tembleque, los cuales se llevaron a su párroco y lo atormentaron muy cruelmente, hasta que, después de un martirio largo y terrible a fuerza de palos, expiró en Dos Barrios (Toledo)” (páginas 469).