MATÍAS HEREDERO RUÍZ
Párroco de Noblejas (Toledo)
Matías nació en la Puebla de Montalbán (Toledo) el 20 de abril de 1878. Tras realizar sus estudios en el Seminario Conciliar de Toledo fue ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1902. Los casi treinta y cuatro años de ministerio transcurrieron en los siguientes destinos: los primeros, en la provincia de Guadalajara; en 1902, como párroco de La Mierla; en 1904, ecónomo de Retiendas; en 1907, párroco de Torija y Rebolloso de Hita. Finalmente, el 18 de febrero de 1913, se publica que “la Excma. Sra. Duquesa de Noblejas (doña Carmen de Chaves y Valdivieso) había propuesto a don Matías para ocupar la vacante de cura propio de la Parroquial de Santiago, de la villa de Noblejas”, donde por más de veinte años ejercerá como párroco.
Gran predicador, su nombre aparece en numerosas noticias sobre fiestas patronales o novenas, en las que se reclamaba la presencia de don Matías para escuchar su oratoria. En un “Castellano” del 12 de diciembre de 1933 encontramos la siguiente afirmación con motivo de la predicación, en la parroquia toledana de santa Leocadia, en el día de la fiesta de dicha santa: “…estando el panegírico de la Santa a cargo de don Matías Heredero, cura párroco de Noblejas, a quien tanto cariño se le profesa en esta feligresía, que fue siempre la suya, en los muchos años de su permanencia en Toledo. Fue su sermón un hermoso cántico a las virtudes y glorias de nuestra santa, que causó profunda impresión en el ánimo de cuantos le escucharon”.
Cuando estalla el conflicto bélico de 1936, el Siervo de Dios se encuentra circunstancialmente residiendo en casa de unos familiares. Se puede decir que su ingenuidad le valió el martirio. Las hordas marxistas siguen atravesando las calles de la Ciudad Imperial para ejercer el control físico. Obligan a todos a poner colgaduras en los balcones. Don Matías se asoma al balcón y pregunta:
-¿Colgaduras blancas o rojas?
Los milicianos observan que el que habla lleva sotana. Y, con gritos de alborozo, se llaman unos a otros.
-Aquí, otra pieza, otra pieza…
Con insultos le obligan a bajar. A empujones le roban el reloj y el dinero, que le sustraen de la cartera. Unos pocos metros más allá del domicilio, en la plaza del Pozo Amargo, es asesinado por el delito de ser sacerdote. Recibe la descarga abrazado a su crucifijo, ante la mirada atónita de sus familiares, que cierran el visillo, llenos de miedo, pensando que después vendrán a por ellos. Pero los marxistas se marchan pronunciando un lacónico:
- Listo, otro menos.