ALBERTO MANZANO CAMBA
Regente de Lillo (Toledo)

Natural del pueblo toledano de Mascaraque, nació el 30 de octubre de 1886. Su padre se llamaba Juan Manzano, y como consta en la partida de bautismo, era labrador propietario. Su madre, Francisca Camba, era natural de la villa de Tembleque (Toledo). Tras realizar sus estudios en el Seminario de Toledo, Alberto fue ordenado sacerdote el 4 de abril de 1915; cantó su primera misa el 8 de abril en el convento de las Comendadoras de Santiago de Toledo. Dos días después aparece publicado su nombramiento como coadjutor de la parroquia de Novés (Toledo).

“El Castellano” del 8 de julio de 1915 recoge la siguiente reseña sobre las fiestas de San Pedro, patrón de la parroquia de Novés (Toledo): “La nota saliente fue el sermón predicado por el nuevo coadjutor don Alberto Manzano Camba, quien, a pesar de subir por primera vez a la cátedra del Espíritu Santo, pronunció un magnífico discurso, por el cual fue muy felicitado”. 
En 1925, mientras ejerce el ministerio como párroco de Yunclillos, sobre la noticia que avanza que en unos días será beatificada Bernardette Soubirous, un vecino escribe para “El Castellano” (edición del 5 de junio de 1925) la crónica de la primera comunión de los niños del pueblo afirmando que “nuestro amado párroco, conmovió a todos con su admirable y sentida plática que dirigió a los niños explicándoles las excelencias del acto que estaban realizando”.

En 1927 se le nombra párroco de santa Leocadia de Villaseca de la Sagra (Toledo); para, varios años después pasar de regente a la parroquia de Lillo (Toledo). Con una población, según el censo de 1930, de curiosamente 3.333 personas; la parroquia pertenecía al arciprestazgo de Ocaña (Toledo), hoy pertenece al de Villacañas (Toledo). Sin duda, la iglesia de San Martín Obispo, popularmente conocida como “La Catedral de La Mancha”, es uno de los más impresionantes edificios de esta localidad. Construida en el siglo XV y probablemente consagrada por el Cardenal Cisneros. El pueblo tenía cinco ermitas. Cuando estalle la Guerra Civil, todas, sin excepción, serán sacrílegamente profanadas y quemado todo cuanto encuentren en las mismas: la iglesia del antiguo convento de San Francisco (hoy ermita de Nuestra Señora de la Esperanza), fue convertida en establo; la de Nuestra Señora del Rosario, funcionará como prisión; la de San Antón, dedicada a refugio; la de la Concepción, para alojamiento de soldados; y, la llamada ermita de Monroy, para cuadra. Finalmente, el templo parroquial fue destinado a albergue de trabajadores.

Ya, en los primeros meses de 1936, recuerda Rivera Recio en su obra sobre la persecución religiosa en Toledo, se suprimieron las procesiones y los entierros. En varias ocasiones se vivieron escenas de tensión, especialmente en el interior del templo, durante los actos litúrgicos.

El día 22 de julio de 1936 fue detenido el Siervo de Dios y conducido a la cárcel, rodeado de las turbas que, groseras, le insultaban. Atado al codo de doña Valentina Domínguez, esposa del médico, lo llevaron entre befas e insultos al templo parroquial para obligarle a declarar “el lugar y donde tenía escondidas las bombas y armas preparadas para el Movimiento”.

¡Qué casualidad! Pero, ¿es que las directrices comunistas instaban a seguir la misma patraña? Se buscaban armas para acusar a los párrocos en una iglesia de un pueblo manchego o en una parroquia de un barrio obrero de Barcelona. ¡Igual que en Albania! Mira que hay kilómetros de distancia… ¿En qué manual aprenderían las mismas falacias…? Esta pintura pertenece a la iglesia de los Padres Franciscanos de Shkodra, a los que también se les imputó en los años sesenta el hallazgo de un arsenal bajo el altar de San Antonio y que ya procuraron ellos mismos de introducirlo con anterioridad para poder condenarlos... La representación es absolutamente acertada en la presencia del Maligno agarrando a los comunistas, mientras se obliga a los frailes, ya encadenados, a cargar con los fusiles.

El Siervo de Dios Alberto Manzano, ya en la iglesia y despojado de la sotana, fue amarrado a la reja de una de las Capillas del templo, donde fue bárbaramente apaleado y punzado con alfileres, hasta caer desmayado al suelo, “por negarse a declarar dónde estaban las citadas bombas”. Conducido nuevamente a la cárcel continuaron los golpes y los malos tratos, a causa de lo cual y de no darle apenas alimento llegó al más grave estado de agotamiento. Sus palabras solo fueron de perdón para sus verdugos, que le sometieron a las más bajas humillaciones para conseguir que blasfemara. Por último, el 10 de agosto, en unión con ocho personas más, murió fusilado mientras bendecía a sus asesinos, que aún negaron a su cadáver los honores de la sepultura, dejándole tirado en el lugar llamado “Montón de Trigo”, junto a la carretera de El Romeral (Toledo), donde fue pasto de los perros. Días después fue enterrado en el mismo campo, frente al cerro llamado de las Atarayuelas.

 

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