JOSÉ MARTÍN SONSECA Y VELASCO
Capellán del Monasterio de Santo Domingo el Antiguo (Toledo)

Nació en Toledo el 10 de septiembre de 1872. Tras realizar sus estudios en el Seminario, fue ordenado sacerdote, el 21 de septiembre de 1895, de manos de monseñor José Ramón Quesada y Gascón, obispo auxiliar de Toledo. Después de varios nombramientos, tenemos noticia que en 1927 toma posesión de un beneficio en la Catedral Primada. Trabajaba en el Arzobispado como Oficial primero en la Secretaría de Cámara y Gobierno. Además era secretario en la Superintendencia de religiosas.

El siervo de Dios José Martín también ejercía como capellán de la Comunidad de monjas cistercienses del Monasterio de Santo Domingo el Antiguo.

Según recoge el sacerdote Jesús Fernández-Gallardo en “Los conventos toledanos en 1936. Sus azares y avatares” (Toledo, 1999) “diecinueve eran las religiosas que moraban en el Monasterio de Santo Domingo de Silos, conocido como de Santo Domingo el Antiguo, en el año 1936… Fue en los primeros días de la revolución, cuando el 22 de julio, ante el peligro de expolio que podía sufrir el Monasterio, la Abadesa ordenó guardar en un arca todos los objetos de más valor, que había en el Convento, entregándoselo a una conocida, que lo arrojó al aljibe de su casa.

Llegaron los milicianos al Monasterio con el fin de requisar todo lo que encontraran de valor y, al no encontrar nada, acosaron a preguntas a la Superiora, que amenazada de muerte, terminó confesando que las joyas se guardaban en una casa vecina, propiedad de la señora Manzano” (pág. 142).

Así lo cuenta Luis Moreno Nieto en “Toledo 1931-1936. Memorias de un periodista” (Toledo, 1996):

“El 11 de agosto, a las 5,30 de la tarde se presentan en nuestra casa-refugio diez milicianos con un escrito de la madre Superiora de Santo Domingo el Antiguo dirigido a Salud Manzano, que decía: -Salud, entrega el arca a estos señores. Nosotros dijimos que no sabíamos nada; mi hermano se ofreció para acompañarles a la casa donde se encontraba Salud. Ésta negó al principio que se encontrara allí ningún tesoro, pero su prima Amelia, declaró que estaba en el pozo. Mientras cinco milicianos se preparaban para bajar al pozo, otros cinco registraban la casa rompiendo y robando lo que les parecía. Al fin sacaron el arca con gran algazara, y apoderándose de todo lo que tenía lo envolvieron en unas sábanas que cogieron”.

Continúa Jesús Fernández-Gallardo en su libro “Los conventos toledanos en 1936. Sus azares y avatares” (Toledo, 1999) relatando que “las religiosas, al verse en peligro, se acogieron al Asilo de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres, desde donde volvió la Madre Abadesa a la iglesia del convento para retirar el Santísimo Sacramento, que se llevó consigo repartiendo las Sagradas Formas a las religiosas”.

En la página 144 recoge el testimonio personal de la Hermana Margarita García: “la buena Madre de las Hermanitas de los Pobres (que entonces vivían en el edificio de enfrente) mandó a dos ancianos a decirnos que nos fuéramos con ellas. A pesar de los consejos que nos habían dado los Superiores de no abandonar el Santísimo, pero se nos olvidó y, por ello, pasamos una noche malísima y larguísima. Por la mañana muy temprano, unos guardias de Asalto acompañaron a la Abadesa y a la Priora, vestidas de milicianas, con unos pañuelos rojos al cuello, tomaron el Santísimo con toda reverencia y lo llevaron a las Hermanitas, donde estábamos reunidas. La Madre Abadesa nos dio la comunión con una gran emoción y así la recibimos todas. Fue un momento para no olvidar en toda la vida”.

Y es que las Hermanitas de los Pobres habían fundado casa en Toledo en 1880. En los cincuenta primeros años recogieron y ayudaron a bien morir a más de 600 ancianos. En 1930 las hijas de santa Juana Jugan tenían 81 ancianos asilados. Catorce Hermanitas componían la comunidad. Pero, tal vez, pueda considerarse su más hermosa obra de misericordia, en aquellos días de persecución, la acogida que dieron a varias religiosas de clausuras (junto a las ya citadas de Santo Domingo el Antiguo, recogieron otro grupo de religiosas del convento de San Clemente) y a algún sacerdote, a quien ocultaron.

Era su capellán don Agustín García Guisasola, sobrino del que fuera cardenal de Toledo, y que habiendo cedido su puesto a otro sacerdote, salió disfrazado de la ciudad imperial, ocultándose en Madrid, donde salvaría la vida milagrosamente después de mil peripecias. Las Hermanitas se fueron de Toledo en 1957.

Tenemos muy pocos datos de los últimos días del siervo de Dios José Martín. Juan Francisco Rivera afirma en “La persecución religiosa en la diócesis de Toledo” que “al principio logró pasar desapercibido; mas, descubierto y detenido, fue asesinado en el Paseo del Tránsito el 14 de agosto” (pág. 356). Era la víspera de la Virgen del Sagrario.

 

Convento de Santo Domingo el Antiguo. Custodia de la época de Felipe III (s. XVII)

Convento de Santo Domingo el Antiguo. Custodia de la época de Felipe III (s. XVII)

Iglesia de Santa Leocadia y a la izq. convento de Santo Domingo el Antiguo (comienzos del siglo XX)

Iglesia de Santa Leocadia y a la izq. convento de Santo Domingo el Antiguo (comienzos del siglo XX)