JACINTO MIGUEL VILLANUEVA
Ecónomo de la parroquia de Almonacid (Toledo)

Don Jacinto había nacido el 16 de agosto de 1898 en Navahermosa (Toledo). Huérfano de madre, fue el único de los nueve hermanos que pudo estudiar. Tras finalizar los estudios eclesiásticos recibió la ordenación sacerdotal el 13 de enero de 1924. Le ordenó sacerdote Monseñor Narciso Estégana Echevarría, obispo de Ciudad Real (que también fue asesinado en la misma persecución el 22 de agosto de 1936 y cuya decreto de martirio ya ha sido anunciado por la Santa Sede). El joven sacerdote celebró su primera misa en su pueblo natal dos días después.

Tras ocupar la parroquia de Las Ventas con Peña Aguilera (Toledo), aunque cuando estalla la guerra ejercía como ecónomo de la parroquia de Almonacid de Toledo.

El 19 de julio tuvo que abandonar la parroquia por las amenazas recibidas. Decidió buscar la seguridad marchando a su pueblo natal, más tampoco halló entre los suyos la protección deseada. Don Jacinto Miguel fue detenido el 22 de julio, cuando se dirigía al Ayuntamiento para rogar al alcalde que no expulsara a las religiosas de la Congregación de HH. de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús de un modo tan indigno como lo iban a hacer. La respuesta fue dejarlo a él detenido.

Una prima hermana le recuerda con de carácter muy alegre. Algo de ello se desprende en la simpática foto que acompaña el artículo tomada en el claustro del Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, las mujeres más cercanas a él son dos hermanas suyas – Juliana y María – que vivían con él.

Una de los testigos, que entonces contaba 15 años, recuerda que iba a la cárcel a llevarle el alimento. Se cuenta que a uno de los detenidos, que era un labrador, lo quemaron vivo. Los demás quisieron con el agua del botijo apagar el cuerpo que se quemaba y como represalia les tuvieron todo el día sin agua.

De ánimo esforzado y fervoroso Don Jacinto animó y consoló sacerdotalmente a sus compañeros de cautiverio, uno de ellos el alcalde de Hontanar (Toledo), Saturio Sánchez Muñoz. Los excitó al dolor de sus pecados, les dio la absolución, dirigió camino del suplicio, el rezo del santo rosario, entonó con ellos varios cantos piadosos y murió gritando ¡Viva Cristo Rey! Esto sucedió el día 27 de julio mientras, según se cree, eran trasladados a Toledo. Una cruz recuerda todavía el suceso en la carretera de San Martín de Pusa a los Navalmorales.