MANUEL SIMÓN FERNÁNDEZ
Coadjutor de El Romeral (Toledo)
Cuando estalla la persecución religiosa en Villacañas (Toledo) son tres los sacerdotes, hijos del pueblo, que se refugiaron junto a sus familias: el Beato Perfecto Carrascosa, franciscano (que sufrió el martirio el 17 de octubre de 1936 y fue beatificado el 28 de octubre de 2007); don Gonzalo Zaragoza Tejero, ecónomo de Pioz y Pozo de Guadalajara; días antes de que el Beato Francisco Maqueda sufriera el martirio pudo confesarlo en su propio domicilio. Además, fue el único que consiguió llegar vivo al final de la contienda. El tercer sacerdote es el siervo de Dios Manuel Simón, que era coadjutor en la parroquia de El Romeral (Toledo).
Escribe don Juan Francisco Rivera Recio que “es digna de encomio la vida eucarística que se vivió en Villacañas durante el período rojo, irradiada a los pueblos limítrofes. En muchas casas particulares se conservaba la Sagrada Eucaristía y se daba la Comunión. No poco influyó en esto la presencia en el pueblo del mencionado don Gonzalo Zaragoza que, desde 1937 hasta que terminó la guerra, celebraba ocultamente la Santa Misa y consagraba las Formas, para ser luego llevadas a la Villa de Don Fadrique y a otros pueblos de Cuenca, por personas profundamente católicas, entre las que merece contarse varias religiosas del convento toledano de Santa Isabel de los Reyes y a otras de la Consolación. También influyó notablemente, para mantener el espíritu religioso, las cartas escritas por el dicho sacerdote que iban casa por casa y luego eran remitidas a otras localidades”.
Don Gonzalo que había nacido en 1888 y recibió la ordenación sacerdotal en 1912, falleció en Villacañas en 1963.Manuel Simón Fernández nació en Villacañas (Toledo) el 9 de septiembre de 1868. Tras estudiar en el Seminario de Toledo, fue ordenado sacerdote el 2 de abril de 1892, de manos del Obispo de Ciudad Real, monseñor José María Rances, Prior de las Cuatro Órdenes Militares, con la autorización del prelado de Toledo, cardenal Antolín Monescillo.
El siervo de Dios trabajó durante buena parte de su ministerio en el pueblo toledano de El Romeral. Primero como cura propio. Luego, desde 1926, como coadjutor.
El 19 de febrero de 1930, “El Castellano” informa de la “santa pastoral visita” que el cardenal Pedro Segura hace a la parroquia de El Romeral (Toledo). Allí leemos que “hecha la presentación de autoridades por el culto coadjutor de la parroquia, don Manuel Simón, hizo su entrada en el templo el eminentísimo Prelado”.
En 1936, don Manuel Simón, a pesar de sus casi sesenta y ocho años, continua ejerciendo el ministerio como coadjutor en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de El Romeral (Toledo). El siervo de Dios Ursinio Pérez Chozas (NM/105), es el párroco.
El 31 de julio, don Ursinio escribe una carta al Arzobispado en la que da cuenta de que el 22 de julio la autoridad republicana le requisó todas las llaves del templo y ermitas, y le dijo que se recluyera en su casa; habiendo impedido con energía que unos milicianos venidos de Lillo le ejecutaran, como pretendían. Pero luego, también le exigieron que les entregase las llaves de la casa rectoral y que se ausentase del pueblo por su propio bien; y por esa causa se trasladaba a su pueblo natal, esperando instrucciones. Naturalmente, esa carta no tuvo respuesta. El Siervo de Dios, como ya relatamos en la entrega nº 105 se dirigió a Tembleque. Recibió la palma del martirio el 5 de diciembre de 1936, en el cementerio de La Guardia (Toledo).
Por su parte, don Manuel Simón, tras pasar algunos días en Urda (Toledo), fue conducido desde esta localidad a su pueblo natal. El 2 de agosto fueron detenidos casi todos los sacerdotes de Villacañas (Pablo Rivero, Emilio Quereda y Rufino López-Prisuelos), con el párroco, don Antonio Gómez Trasierra (que falleció de muerte natural el 7 de abril de 1938) por hallarse imposibilitado, se tuvo algo de compasión y le dejaron en su casa.
La vida en la cárcel, para la que fue habilitada la ermita de Nuestra Señora de los Dolores, constituyó un continuado periodo de tormento. Frecuentemente los sacerdotes detenidos sufrieron vejámenes y palizas terribles. Al Siervo de Dios Emilio Quereda, coadjutor de la parroquia de Villacañas, le quebraron un brazo. Con don Manuel se cebaron de modo especial, siendo en una ocasión arrojado contra el suelo de la ermita desde la altura de la tribuna; se le torturó con vergonzosas amputaciones (al parecer, llegaron a castrarle), pereciendo a consecuencia de una apaleamiento bestial el 14 de agosto, mientras musitaba: “Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía”. En la ermita de los Dolores su hermana Gregoria hizo colocar, como se aprecia en la fotografía, un recuerdo el martirio sufrido por el siervo de Dios.
Cristo de la Viga
Altar antes de la guerra civil
Altar después de la guerra civil
Ermita de Nuestra Señora de los Dolores