PETRONILO VARGAS OVEJERO
Párroco de Ventas con Peña Aguilera (Toledo)
Natural de Mesegar (Toledo), nació el 31 de mayo de 1881. Tras realizar sus estudios sacerdotales, recibió la ordenación sacerdotal, el 13 de junio de 1908, de manos del Obispo auxiliar, monseñor Prudencio Melo y Alcalde. Tras sus primeros nombramientos, el 10 de julio de 1912 tomó posesión como párroco de Cazalegas. En las fiestas de San Cipriano de Cebolla, el 15 de septiembre de 1914, recoge “El Castellano”: “ocupa la sagrada cátedra el digno sacerdote de Cazalegas, don Petronilo Vargas, que dirigió la palabra a la concurrencia, y nunca con más razón pudo decirse que supo demostrar las envidiables dotes de inteligencia y sabiduría que adornan su virtud”.
A finales de los años veinte ocupa la parroquia de Castilblanco (Badajoz). En la década de los treinta ejerce como ecónomo de las Ventas con Peña Aguilera.
En “Historia de El Carpio de Tajo”, escrita por Faustino Moreno Villalba, en 1989, en la colección “Temas Toledanos” (Diputación Provincial de Toledo), afirma el autor que “un Vargas de El Carpio, a finales del siglo XIX, se casó con una mujer de Mesegar y fue padre de don Petronilo Vargas Ovejero, sacerdote mártir del 36, al que debe mucho la diócesis de Toledo, incluida la vocación del obispo Anastasio Granados”.
Se refiere a monseñor Anastasio Granados García que nació en Espinoso del Rey (Toledo) el 7 de Septiembre de 1909. Sacerdote de la archidiócesis de Toledo desde 1934, fue nombrado Obispo auxiliar de Toledo el 5 de mayo de 1960. Diez años después fue nombrado Obispo de Palencia, hasta el año de su fallecimiento en 1978. Siendo uno de los sacerdotes que lograron sobrevivir a la persecución religiosa en la provincia de Toledo, la Postulación conserva copia de un manuscrito escrito por don Anastasio, titulado “Diario de un perseguido”.
El 27 de febrero de 1934, “en el Colegio de la Compañía de María de Talavera de la Reina, celebró solemnemente su primera misa el presbítero Anastasio Granados García… ocupó la Sagrada Cátedra el señor cura ecónomo de Ventas con Peña Aguilera don Petronilo Vargas” (“El Castellano”, 1 de marzo de 1934).
Finalmente, Juan Francisco Rivera Recio en su obra “La persecución religiosa en la Diócesis de Toledo” (1958) escribe: “desde el advenimiento de la República, y mucho antes de las elecciones de 1936, las coacciones del socialismo a la vida religiosa de este pueblo (Ventas con Peña Aguilera), de tres mil sesenta y siete habitantes, habían ido aumentando día a día. El ecónomo don Petronilo Vargas Ovejero, había tenido que salir de la parroquia, porque la permanencia en Ventas era insoportable, trasladándose a Toledo, donde fue asesinado probablemente el 18 de septiembre”. Para ocupar la parroquia llegaron el 13 de julio de 1936 los siervos de Dios Robustiano Nieto Rivero y Pedro Gutiérrez Minaya, que sufrirían el martirio el 28 de julio.
Así pues, semanas antes de estallar la guerra, don Petronilo había tenido que abandonar el pueblo por las continuas amenazas de las masas izquierdistas. Y se trasladó a la ciudad imperial, donde permaneció oculto. Pero el 18 de septiembre, como otros vecinos, siguiendo las órdenes que se cursaban a la población, se vio forzado a salir de la casa y marchar al campo, pues ese día iban a volar todo el Alcázar con sus defensores dentro, y, como efecto de la explosión debido a la enorme carga de trilita puesta bajo sus muros, las autoridades temían que se hundieran muchas casas. Esta circunstancia la aprovecharon las milicias situadas a las salidas de la ciudad para identificar a los vecinos que salían. Cuando llegaron a él no faltó quien le denunciara como cura, e inmediatamente fue ametrallado.
En el capítulo 36 de la novela histórica “Toledo, 1936. Ciudad mártir” (2009); que lleva por título: 18 de septiembre: cinco mil kilos de trilita, se narra el final del siervo de Dios.
Explosión a las seis y media de la mañana
Los defensores del recinto militar ni se han dado cuenta del trasiego nocturno. Algún movimiento de tropas, pero nada más. La malicia de los marxistas ya se ha ocupado de cada detalle, tras urdir lo que piensan que es un plan magistralmente trazado. Cuando pasan cinco minutos de las seis de la mañana, rompen las piezas de 15,5 cm. contra varios puntos del Alcázar, como en tantas otras ocasiones. A las 6:30, cuando llevan disparadas treinta y seis granadas, se oye una detonación más fuerte, que va seguida de muchísimo humo negro, que invade todos los locales, haciendo creer a los defensores que ha sido un cañonazo en sus inmediaciones. Se comprueba, acto seguido, que ha sido la explosión de dos minas, y que han derribado el Torreón suroeste y casi toda la fachada oeste, más todas las casas de los frentes oeste y sur en su mitad derecha. Inmediatamente comienza un intensísimo tiroteo en todos los frentes, en especial norte y oeste, que anuncia el asalto de los republicanos.
Casi impresiona más el espectáculo visto desde fuera de la ciudad. Una enorme columna de humo espesísimo ha hecho desaparecer Toledo. La gente, aun estando fuera de peligro, huye despavorida como si las piedras les fuesen a caer encima. Lentamente, el humo va desapareciendo. Al vislumbrar de nuevo el perfil inconfundible de Toledo, el Alcázar sin torres muestra los dentellones de sus muros horrorosamente heridos. Las piedras del edificio han sido lanzadas como proyectiles a varios kilómetros de distancia. Uno de los camiones, que se encontraba en la explanada de la fachada principal, ha caído dentro del patio en una casa en la calle Alfileritos. Los cristales de los edificios caen hechos añicos.
-¡Ese es el cura de Ventas!
A lo largo de la mañana, la gente emprende el regreso a sus hogares. Los milicianos suben en manadas por las empinadas calles que conducen a sus parapetos, ansiosos de contemplar el Alcázar convertido en un triste cementerio de escombros y cadáveres. Unos a otros, en algazara inconsciente, se preguntan por qué no se hizo esto hace un mes... Todos manifiestan su satisfacción gritando:
- ¡A por Moscardó! ¡Hay que arrastrarle!
Presienten que el heroico coronel está ya sepultado bajo las piedras junto a toda su chusma.
Lo que ayer no pudo hacerse se hace a lo largo de la mañana. Muchos milicianos, que prefieren no arriesgarse hasta que quede claro lo que pasa en los alrededores de Zocodover, se apostan en las puertas de Bisagra y del Cambrón para iniciar una nueva cacería. Si duro fue el éxodo nocturno, peor es el estado en que muchos regresan después de una noche a la intemperie vivida con tanto dolor y sufrimiento. En las puertas, tras el "¡Alzar el puño!", hombres y mujeres son registrados por milicianos y milicianas que se ofrecen para estos menesteres.
Uno de los primeros en ser descubiertos es don Petronilo Vargas Ovejero, párroco de Ventas con Peña Aguilera (Toledo). Tras verse obligado a abandonar su pueblo, trasladándose a Toledo, ha podido permanecer escondido hasta el día de ayer, en que tuvo que abandonar la Ciudad Imperial. Alguien que va por delante de él avisa, describiéndolo a la par que lo señala, que aquel es el cura de Ventas. Cuando le toca atravesar la puerta, sin más declaraciones, le preguntan:
- ¿Tú eres Petronilo, el cura de Ventas con Peña Aguilera?
Antes de que responda, mientras le apartan de la fila, lo ametrallan, dejándolo tendido en el suelo.