JUAN FRANCISCO FERNANDEZ VELA
Capellán de la Beneficencia Provincial
Natural de Horno (Guadalajara), nació el 16 de junio de 1871. Recibió la ordenación sacerdotal en 1900, y tras sus primeros destinos, sabemos por el Anuario-Guía de Guadalajara y su provincia, que en 1905 ejerce de párroco de Gajanejos. En 1908, recibe el nombramiento para Padilla de Hita (Guadalajara). En 1912 es destinado a Robledo del Mazo (Toledo).
El 14 de abril de 1910 se había creado el llamado Cuerpo de Capellanes de la Beneficencia General del Estado. También los había provinciales. El Boletín oficial de la provincia de Madrid del 30 de julio de 1915 nos informa que el Siervo de Dios “fue nombrado el 28 de abril de 1915 y tomó posesión el 14 de mayo de dicho año” para el Cuerpo de Capellanes de la Beneficencia Provincial.
Tras años sirviendo en dicho Cuerpo don Juan Francisco regresa a la diócesis y es nombrado párroco de Santa Ana de Pusa (Toledo), la noticia salió publicada en “El Castellano” del 8 de mayo de 1925.
Tras las dificultades ocurridas durante el periodo de la Segunda República, y tras el estallido de la Guerra, don Juan Francisco fue detenido el 23 de julio de 1936. Salía de la iglesia parroquial, tras celebrar la Santa Misa y fue conducido por los frentepopulistas a las Escuelas Municipales que servían de cárcel.
En el pueblo se encontraba con sus familiares el párroco de Los Navalmorales, don Liberio González Nombela (beatificado el 28 de octubre de 2007), natural de Santa Ana de Pusa. Como ya hemos narrado en otras ocasiones don Liberio tuvo que permutar su parroquia de Torrijos, donde era objeto de los mayores vejámenes, por la que en el momento regentaba, pero continuaba siendo odiado por sus antiguos feligreses izquierdistas de Torrijos.
Juan, hermano de don Liberio, declara: “lo tuvieron encerrado (a don Liberio) en las escuelas, convertidas en prisión, durante ocho o diez días, con los restantes detenidos de Santa Ana, muy numerosos”, entre ellos nuestro protagonista. Fueron sacados de la prisión el 2 de agosto con la orden de no alejarse de sus casas.
Parroquia de Santa Ana de Pusa
El 16 de agosto llegaron de fuera en busca de don Liberio para llevársele consigo. Se opuso el Comité de Santa Ana, y por el momento consiguieron retenerle en el pueblo, pero solo dos días más, ya que el 18 volvieron decididos a llevársele a toda costa.
Cuando se disponían al traslado se enteraron de que también el párroco estaba vivo. Inmediatamente fueron a por el siervo de Dios Juan Francisco Fernández.
El martirio llegará para los dos sacerdotes el 18 de agosto. Eran las tres de la tarde. La casa de don Liberio González Nombela se vio repentinamente cercada por milicianos de Torrijos.
Es Marino Martín, obligado a conducir su camioneta para tan funesto destino, quien declara que: “había esperado a las afueras del pueblo con el camión. Los milicianos trajearon apresados a don Liberio y al anciano párroco de Santa Ana de Pusa. Cuando los sacerdotes subieron al camión rodeados de unos 20 milicianos armados, la comitiva se puso en marcha. Pararon en Los Navalmorales para beber algo y mofarse de don Liberio. Durante el trayecto le vinieron martirizando, dándole bofetadas y empujones con los fusiles, instándole a que dijera que no había Dios y a blasfemar contra Él. Pero don Liberio se mantuvo firme, confesando que sí había Dios y que Dios les perdonaría (…). Al llegar a la carretera general, me mandaron parar el camión e hicieron bajar a don Liberio y le pusieron junto a un poste de teléfono, haciéndole varios disparos a los lados, como simulando un fusilamiento. Después lo volvieron a subir al camión y continuamos la marcha hasta Torrijos. Seguían maltratándole y martirizándole hasta llegar a Torrijos. Entramos en Torrijos y paramos en el ayuntamiento, como nos ordenaron. Bajaron a D. Liberio y le metieron en el ayuntamiento”.
El testigo Marino Martín, el conductor del camión, declara que mientras interrogaron en el ayuntamiento de Torrijos al beato Liberio González Nombela, lo mandaron a él y a su cuñado Benigno con diez milicianos a las afueras del pueblo donde fusilaron al párroco de Santa Ana de Pusa.
“Antes -dicen los testigos- don Juan Francisco recibió la absolución de don Liberio”.
Casi con las mismas palabras confirma los hechos el otro conductor del camión, Benigno Beltrán, cuñado de Marino Martín. Después de hablar del viaje de Santa Ana de Pusa a Torrijos, que fue un verdadero calvario para don Liberio y para el otro sacerdote porque “los milicianos les maltrataron, diciéndoles toda clase de improperios y le invitaban constantemente a que blasfemara, dándole bofetadas y empujones a don Liberio”, afirma que dejaron a este último en el ayuntamiento de Torrijos y mientras tanto, fueron con ocho milicianos a fusilar al párroco de Santa Ana de Pusa.
Luego cerca de treinta fusileros acabaron, en el término de Barcience, con el beato Liberio González.