DIOISIO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ
Párroco de Ciruelos (Toledo)

Nació en Villacañas (Toledo) el 8 de abril de 1907. Estudio en los Seminarios de Toledo y Tortosa. Con las debidas licencias recibió las órdenes menores en esta última diócesis. El 21 de marzo de 1931, leemos en “El Castellano” que el Cardenal Pedro Segura le ordena diácono en la Capilla del Palacio Arzobispal. Finalmente, de manos del Obispo auxiliar, monseñor Feliciano Rocha Pizarro, recibió la ordenación sacerdotal, el 31 de mayo de 1931.

Después de sus primeros destinos en 1936 está en la localidad toledana de Ciruelos y atendiendo Ontígola. Miguel Ángel Dionisio Vivas en su obra “El clero toledano en la primavera trágica de 1936” (Toledo, 2014), recoge en el Apéndice Documental (páginas 190-191) una carta mecanografiada que se conserva en el Arzobispado. Va dirigida al siervo de Dios Agustín Rodríguez, que ejerce de Provisor de la Archidiócesis. Lleva fecha del 22 de marzo de 1936:

«Muy señor mío y de mi mayor respeto: esta mañana he ido a Ontígola y he visto palpablemente la imposibilidad de continuar yendo.

Lo primero que noté, fue una sorpresa grande en los elementos extremistas al verme; sin duda lo consideraban como un imprudente atrevimiento y un desafío. Los pocos católicos que hay, lo consideran como una locura, temiendo ellos mismo ir a oír Misa. Yo mismo oí frases, en las que se apreciaban malas intenciones contra mí, por el solo delito de ir a cumplir con un deber, en lo que ellos ven un grave atentado contra la barbarie que desean implantar en ese pueblo. De no haber tenido confianza en Dios N.S. hubiera salido de allí inmediatamente por el temor y sospechas que me infundían ciertos grupos, confirmados por las noticias de buenas personas.

Por hoy, gracias a Dios, no tengo que lamentar nada desagradable: ni una palabra injuriosa. Pero seguro estoy que mi presencia allí, si volviera a ir, podría tener graves consecuencias.

Esta tarde ha venido a este pueblo el Juez Municipal de Ontígola, ha hablado con un amigo mío y le ha encargado que me diga lo siguiente: “Que allí no quieren ni sacerdote ni iglesia, y que si vuelvo a ir no sabe lo que pueda ocurrir”.

Me han dicho también, que van a incendiar la iglesia; no sé si será cierto. En previsión de algo semejante, yo he quitado el Santísimo y he sacado un crucifijo que hay de marfil. Lo demás ni he intentado sacarlo por no dar pábulo al asunto y provocar algún incidente. Aparte de que no habría casa donde guardarlo, pues nadie quiere comprometerse en este asunto por temor de que sean incendiadas las casas donde se guarde algo de la parroquia.

Todo esto es lo que he visto y oído; si hay o no exageración en estas noticias, yo no lo afirmo ni lo niego. ¡Quiera Dios que sean exageraciones! Si alguna noticia tiene U. que darme urgentemente, el portador de la presente es de absoluta confianza para cualquier asunto por delicado que sea.

Queda de U. attº s. s. en Cristo. Dionisio Jiménez».

 Por su parte, Juan Francisco Rivera en “Persecución en la diócesis de Toledo” (tomo II. Toledo, 1958) escribe:

«El sacerdote ecónomo de esta parroquia de 497 feligreses, Don Dionisio Jiménez Fernández, es detenido, apenas iniciada la revolución, por las milicias marxistas. Conducido a la prisión mostró gran entereza, prodigando consuelos entre varios de sus feligreses también encarcelados.

El 8 de agosto fue sacado por milicianos armados que lo asesinaron en la carretera de Aranjuez; se le dio sepultura en el cementerio de este pueblo. Aunque no constado en los registros pudo ir a parar a una fosa común.

La iglesia parroquial, único edificio religioso, fue víctima de la tea incendiaria con sus dos magníficas capillas… Desaparecieron bajo la acción del fuego: el órgano, de algún valor artístico; siete altares; quince imágenes; varios cálices y todos los ornamentos. El archivo desapareció íntegro, y robados los fondos de las Cofradías, solamente doscientas pesetas pudieron ser recuperadas» (páginas 49-50).

Nuestra Señora de la Asunción. Ciruelos (Toledo)

“La Causa General”, con fecha de 14 de agosto de 1939, recoge de parte del Ayuntamiento que “a los 29 años fue asesinado el sacerdote Dionisio Jiménez Fernández” y sobre si fue encontrado su cadáver, en qué sitio y clase de heridas que presentaba afirma: “no se perciben por haber sido quemado, después de asesinado”. La fecha que da es la del 7 de agosto de 1936, no la del día siguiente.

También leemos que el 26 de julio de 1936 “con esa fecha y sobre las dos de la madrugada fue prendida la iglesia de esta localidad, habiendo sido rociada con gasolina primeramente y de cuyo incendio quedó completamente destruida, así como las imágenes y objetos de culto”.

Una breve explicación para la fotografía. La villa de Ciruelos se popularizó por san Raimundo de Fitero, abad de la Orden de Calatrava, que vivió y murió en esta villa, y que acogió su sepulcro, muy venerado, hasta que sus restos fueron trasladados a Toledo. Sin embargo, anterior a él, está san Remondo, pastor que desde Medellín (Badajoz), vino a cuidar ovejas en estos parajes de Toledo, todavía bajo el poder musulmán y en tal humilde oficio se santificó. La Biblioteca Nacional conserva este manuscrito: “Vida de San Remondo, pastor que murió en la villa de Ciruelos, en 22 de abril de 910 escribió el Doctor García del Castillo, Pronotario apostólico en la villa de Yepes y trasladó el licenciado Diego García, alcaide, cura párroco de Ciruelos en el año de 1634”. En la última página se lee: “Copiado en 1799 del manuscrito, que se conserva en el Archivo parroquial de Ciruelos”. Debemos apuntillar que “se conservaba”, ya que desapareció con todo lo demás.