PRIMO GÓMEZ Y MARTÍN-ANGULO
Párroco de Otero (Toledo)
 

Nació en Domingo Pérez (Toledo) el 19 de junio de 1876. Tras realizar sus estudios en el Seminario Conciliar, recibió la ordenación sacerdotal, el 2 de marzo de 1901, de manos de monseñor Juan José Laguarda Fenollera [el papa León XIII, el 14 de junio de 1899, había nombrado a monseñor Laguarda obispo auxiliar del cardenal beato Ciriaco María Sancha; terminaría siendo Obispo de Barcelona].

Entre sus primeros nombramientos, don Primo fue destinado en la provincia de Guadalajara, a la parroquia de la Asunción de Moratilla de los Meleros; de allí, paso a Extremadura, a la parroquia de San Andrés de Talavera la Vieja (Cáceres).

Este municipio desapareció por las aguas del embalse de Valdecañas en 1963. Su iglesia fue trasladada a Talavera de la Reina, cambiando su nombre por el de los Santos Mártires por intervención directa del obispo auxiliar, monseñor Anastasio Granados.

Pero volvamos al año 1911 cuando siendo párroco de Talavera la Vieja el sacerdote diocesano Francisco Javier Moreno escribe un artículo para “El Castellano” y que aparece el 30 de diciembre:

«Esta antiquísima villa merece ser conocida y estudiada por los arqueólogos. En el muro del altar mayor de la parroquia como a una vara del pavimento, hállase incrustada una losa en que se asegura que en aquella población nacieron los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta, que pasan para muchos historiadores por ser de Talavera de la Reina. ¿Qué autenticidad podrá tener esta losa y su inscripción? Bien sea por la veracidad de la autenticidad de la inscripción, bien sea por devoción particular del pueblo a los dichos mártires, hay restos de las ruinas de una ermita de grandes dimensiones, al parecer, en su honor, cuyas ruinas casi en su totalidad desaparecieron al erigir el primitivo cementerio. La portada románica, de pequeñas dimensiones, de esta ermita ha sido colocada, con muy buen acuerdo, por el actual ilustrado párroco D. Primo Gómez y Martín-Angulo, en el nuevo atrio de la iglesia, recientemente construido».

Desde finales de los años veinte don Primo ocupó la parroquia de Lucillos (Toledo). “El Castellano” del 22 de marzo de 1933 da noticia de que “se constituye la Juventud Católica en Lucillos… con el señor cura párroco, don Primo Gómez Angulo, alma del movimiento juvenil católico que tan briosamente se desarrolla en Lucillos”.

Cuando estalle la guerra civil nuestro protagonista ejerce como párroco de Otero (Toledo).

De julio a diciembre de 1936 fueron asesinados cientos de sacerdotes. En los primeros meses -escribe Juan Francisco Rivera Recio- era una excepción de favor el que los sacerdotes detenidos fueran encarcelados por varios días. Generalmente la muerte era un episodio que distaba muy pocas horas de la detención, a veces unos minutos más.

Documento sobrecogedor. Entre la correspondencia llegada a Toledo y dirigida al Palacio Arzobispal, quedo detenida en las oficinas de Correos la siguiente carta, que nos pinta el panorama eclesiástico de la comarca de Talavera de la Reina en los diez primeros días revolucionarios:

«Con el disgusto consiguiente pongo en conocimiento de V.S. que el 22 del actual, a las 17 horas, cuando me disponía a entrar en la iglesia para rezar el Santísimo Rosario y hacer la visita al Santísimo, parte de la Juvenil [Liga Juvenil comunista] de Santa Olalla y la de El Otero, todos provistos de armas, me ordenaron que marchase a la casa rectoral y no fuese a la iglesia mientras no tuviese orden del Sr. Alcalde. El día 27 por la tarde, el Sr. Alcalde me recogió las llaves de la iglesia y me obligó a que hiciera entrega de las alhajas, ropas y archivos. Como pocos días antes, la Juvenil de Talavera había dado muerte al compañero de Lucillos (Jacinto García-Asenjo), y a su paso frecuente preguntaban a la Juvenil de Otero, “si habían ellos matado ya al cura”, no obstante que esta referida Juvenil garantizaba la vida de su cura (por su parte), como la casa rectoral está situada en la carretera y era fácil que por alguna milicia de fuera se atentara en contra del Cura, convinimos en que me viniera a mi casa de Domingo Pérez y cuando se tranquilizase algo la situación hiciera el traslado de muebles, quedando después la casa a disposición de la Comisión gestora. Quise ir a esa para exponer estos y otros hechos personalmente, pero al saber que el compañero de Cebolla se encuentra detenido en la casa rectoral (Francisco Javier Moreno, meses después asesinado por odio a la fe en Madrid), que don Toribio Gómez de las Heras, que venía ayer para Carriches, su pueblo natal, fue muerto con diez disparos que le hizo la Juvenil de La Mata, y que para ir a esa desde aquí, es muy difícil siendo sacerdote, aunque sea vestido de paisano, me ha parecido más prudente comunicarlo por escrito, rogando a V.S. que me mande instrucciones para obrar en consecuencia, pues la iglesia de este pueblo está clausurada y prohibido en absoluto el culto.-

Domingo Pérez, 31 de julio de 1936. Firmado: Primo Gómez».

 

Por esta sobrecogedora carta sabemos que don Primo tuvo que marcharse de Otero a su pueblo natal el 27 de julio. Desde Domingo Pérez escribió la carta, fechada el 31 de julio, para el Arzobispado.

Cuando esta comunicación llegaba a Toledo el Vicario General se hallaba encarcelado en la Prisión Provincial y estaban en su compañía varias dignidades y miembros del Cabildo de la Catedral y muchos sacerdotes y religiosos. Será recogida en las Oficinas de Correos de Toledo dos meses más tarde, después de la liberación de la ciudad.

En su pueblo, don Primo, pudo vivir sin demasiadas molestias, pagando dinero su familia para que no fuese delatado. Pero el 4 de septiembre unos que venían huyendo del frente, se enteraron en una taberna de la presencia de este cura en el pueblo, y fueron a por él. Un vecino le avisó y salió huyendo, pero alcanzado en plena calle, en Domingo Pérez (Toledo), lo acribillaron a tiros.

Recuerda en su “Martirologio” don Juan Francisco Rivera que cuando cayó en tierra, don Primo murió exclamando: “¡Dios mío!”. La muerte tuvo lugar a las 11 de la mañana y su cadáver fue enterrado el mismo día en el cementerio.

A más de cien kilómetros de distancias y casualmente, como ya narramos en su momento, ese mismo día -4 de septiembre- era fusilado el cura propio de Domingo Pérez, el siervo de Dios José Calderón Rivadeneira, en su pueblo natal de Dos Barrios junto con su padre y un hermano, tras ser apaleados

«En el templo parroquial todas las imágenes fueron recogidas y guardadas en la sacristía, sin que el templo sufriera deterioro alguno. El 6 de agosto fue convertido en cárcel.

Las familias del pueblo guardaron diligentemente en su casa cuanto tenían de las ropas y ornamentos de la Iglesia. Merece consignarse que hasta las personas que habían cometido crímenes y asesinatos fueron los primeros en velas por la conservación de las imágenes e impidieron que los del vecino pueblo de Mesegar llegasen a quemarlas. Los hombres con palos y armas y las mujeres con los mandiles repletos de piedras vigilaron alrededor de la iglesia y del pueblo para impedirlo. La imagen de Nuestra Señora del Prado fue trasladada reverentemente de su ermita a la iglesia parroquial, llorando la gente a su paso y acudiendo para despedirse de ella. El archivo parroquial se conservó íntegro».