FRANCO AGUILERA CARRASCO
Regente de Cedillo del Condado (Toledo)
El Anuario de 1930 nos informa que se encuentra durante ese curso en el Noviciado de los Capuchinos. En “El Castellano” del viernes 2 de enero de 1931, cuando se da el listado de los participantes para el Congreso Mariano, aparece como párroco del pueblo de Driebes (Guadalajara).
“Por eso pueblo muy amado de Cedillo alégrate y gloríate por tener ante la presencia de Dios un intercesor como San Antonio, a quien el Todopoderoso ha constituido como dispensador de todas las gracias que derrama sobre todos tus hijos. Así pues cuando esta noche su santa imagen se pasee triunfante por las calles y plazas de esta población: ¡bendícenos!
Bendice a los enfermos del cuerpo… Pídele por los enfermos del alma… Pídele por los impedidos físicamente… Pídele por todos los que sufren… Pídele para que todos vivamos estrechamente unidos con los vínculos de la caridad… Y concédenos que todos los que nos reunimos aquí en la tierra para cantar tus glorias nos reunamos un día en el cielo para cantar las eternas alabanzas a Dios Padre… Amén”.
Una semana antes de que estalle la Guerra Civil, el 10 de julio, se conserva una carta de don Franco dirigida a la Secretaría del Arzobispo para la ampliación de sus licencias ministeriales, hasta el mes de agosto, en que piensa ir a Toledo a realizar los ejercicios espirituales; al mismo tiempo aprovecharía para exponer el asunto del arreglo del templo parroquial. Desde la curia le respondieron que dichas licencias se consideraban prorrogadas hasta el 24 de septiembre, cuando habría sínodo.
Cuenta don Juan Francisco Rivera Recio en su magnífica obra “La persecución en la diócesis de Toledo” que, cuando estalla la guerra civil, el Siervo de Dios vivió oculto en una cueva del 20 al 28 de julio.
La iglesia parroquial fue incautada desde el 20 de julio. El sacristán se negó a dar las llaves de la iglesia y solamente ante las amenazas las entregó. El culto quedó clausurado. El templo se destinó a garaje y a cuadra. El saqueo fue total. Afirma Rivera Recio “pone pena en el alma el inventario de los objetos que quedaron en la parroquia, después de la liberación del pueblo. Todo el ajuar en ropas se reduce a dos sabanillas de altar. Cuadros, imágenes, ornamentos, casi todos los vasos sagrados, destruidos o pasto de la llamas. De los retablos destrozados sólo quedan tres columnas”.
Don Franco salió de la referida cueva confiado en las promesas de que nada le ocurriría. Como su casa estaba incautada por el comité revolucionario, marchó a Yuncler (Toledo), donde confesó con Carlos Laín, sacerdote ciego que logrará ser evacuado a Francia. Los marxistas de Yuncler se apoderaron entonces de él y juntamente con las milicias de Cedillo, pusieron guardia a la casa donde se hospedaba. El 9 de agosto le sacaron dos milicianos del pueblo y le llevaron a la estación de Azaña (hoy Numancia de la Sagra), simulando querer acompañarle hasta su pueblo, Val de Santo Domingo (Toledo).
Al llegar a la estación de Cabañas, le hicieron descender del tren y en automóvil le condujeron hasta Torrijos. Estuvo en el Ayuntamiento de este pueblo y desde allí, a pie y acompañado siempre de su guardia armada, se puso en camino hacia Val de Santo Domingo.
Pero… no puedo llegar al pueblo. En el trayecto fue asesinado, muriendo con los brazos en cruz y dando vivas a Cristo Rey, el día 9 de agosto de 1936. Su cadáver, enterrado en el Cementerio de Torrijos, fue posteriormente trasladado a su pueblo natal.
La iglesia parroquial de Val de Santo Domingo fue incautada y convertida en cárcel. La casa fue destinada a residencia del Comité Local. El último acto de culto tuvo lugar el 28 de julio. Los sacerdotes que trabajaban en Val salvaron su vida.