PEDRO GALINDO MARTÍN
Párroco de Mocejón (Toledo)

Nació el 19 de octubre de 1874 en Toledo. Tras realizar sus estudios en el Seminario fue ordenado sacerdote, el 18 de marzo de 1899, de manos del beato Ciriaco Mª Sancha y Hervás. Después de sus primeros destinos, y habiendo sido nombrado el 1 de febrero de 1929 cura ecónomo de Hormigos (Toledo), meses después -el 19 de abril de 1913- será nombrado cura ecónomo de Mocejón. Cinco años después, el 20 de mayo de 1918, fue firmado su nombramiento como párroco de Mocejón (Toledo).

El Castellano nos informa, el 17 de noviembre de 1920, que «hoy hace un año falleció don Apolinar Martín-Ambrosio y Rielves, cura párroco arcipreste de El Bonillo […]. Hemos tenido el gusto de saludar en esta [Sonseca], a nuestros muy queridos don Pedro Galindo y don Bernardo Martín Robledo, cura párroco de Mocejón y coadjutor de San Nicolás, de Toledo, que han llegado para asistir a las misas que en su sufragio de su señor tío D. Apolinar Martín (q.e.p.d) se han celebrado en el día de hoy».

La noticia nos ofrece la clave de porqué el siervo de Dios pasa los últimos años de su ministerio sacerdotal en Sonseca. Aquí reside su familia, por eso suponemos que se hace el funeral en esta parroquia. Y, además, el martir Bernardo Martín, coadjutor de la parroquia de San Nicolás de Toledo, es primo carnal con nuestro protagonista.

El Castellano también publicará, el 15 de diciembre de 1925, esta extensa crónica firmada por el siervo de Dios:

«Mocejón. Las Hijas de María celebran solemnes cultos en honor de su Patrona excelsa “la Inmaculada”. Solemne bendición y entrega de la bandera del Somatén local.

El día 8 de los corrientes, por la mañana, a primera hora, se celebró la misa de comunión, en la que recibieron a Cristo Jesús gran número de asociadas y bastantes fieles. A las diez horas, misa solemne con Su Divina Majestad expuesto, sermón por el doctor Carbonell, terminando con la reserva y bendición del Santísimo. Las autoridades todas y funcionarios y gran número de fieles, dieron un gran ejemplo de religiosidad, asistiendo a dichos cultos; mucho se alabó, por todos, el trabajo del señor orador, como también el decorado y adorno del hermoso templo, dirigido para esta fiesta con tan especial esmero y cuidado por las señoritas que forman la directiva de la asociación.

Por la tarde se celebraron los cultos con Su Divina Majestad expuesto, y terminada la novena y dada la bendición con el Santísimo, se procedió a la bendición y entrega de la bandera al Somatén de esta villa.

La fiesta somatenista. A las tres de la tarde se congregaron en la Casa Consistorial todos los invitados a la ceremonia; todos los somatenistas y muchos curiosos. Con grandísima satisfacción y muy agradecidos por el alto honor que nos hacían, saludamos al excelentísimo señor comandante general de Somatenes y a sus señores ayudantes; al excelentísimo señor gobernador de la provincia; excelentísimo señor duque de la Vega e hijas; señor delegado gubernativo, señor Van-den-Brule, señor Lozoya, señores comandante y capitán auxiliares de Somatenes de la provincia y otros.

A las cuatro, y a los acordes de la Marcha Real, es sacada la bandera del Ayuntamiento, escoltada por los somatenistas que en unión del numeroso acompañamiento y a los acordes de marchas dobles ejecutadas por los veteranos de Magán, se dirigieron al templo parroquial, en cuyo atrio el señor cura párroco, que esperaba acompañado de sacristanes y acólitos, revestidos todos, bendijo la hermosa bandera, bordada con oro y seda de colores, y donada por los muy ilustres y excelentísimos señores duques de la Vega.

Los discursos. Breve, pero de manera elocuente, explicó el señor cura el significado de la ceremonia y lo que la bandera es y debe ser para los somatenistas y para todo español.

Actuaba de madrina la excelentísima señorita Isabel Carvajal y Colón, hija de los excelentísimos señores duques de la Vega, la que, al hacer entrega de la bandera al abanderado del Somatén, leyó unas inspiradísimas cuartillas, con esa exquisitez tan fina y delicada inherente a la alta alcurnia a que pertenece. Aun vibra en nuestros oídos su voz de jovencita y pulcra, verdadera madrina que sabe llenar su cometido, excitando el espíritu de esos valientes a quienes el buen vivir les liga en una tan sagrada unión, con el nombre de Somatenistas. Al recibir la bandera de manos de la señorita madrina el joven don Teófilo Rodríguez, como abanderado, supo decirnos en pocas pero elocuentes palabras algo velados por la emoción, lo que sentía su corazón en aquellos instantes, y que sería fiel cumplidor de los deberes que la imponía el honroso cargo que le había asignado.

Muy de mi agrado sería trasladar a estas cuartillas y literalmente los discursos de los oradores anteriores, pero temo alargar demasiado esta crónica y abusar de la benevolencia del señor director. Sin embargo, no resisto a transcribir el vibrante discurso que, con voz sonora, rebosando su corazón puro patriotismo, pronunció don Florentino Santos, cabo del distrito, activo propagandista y alma de la fiesta, dijo así:

«Excelentísimos señores; compañeros somatenistas; pueblo de Mocejón: grande es el gozo que hoy siente este laborioso pueblo, al recibir una caricia de su madre Patria. Corresponde esta villa, y sabrá conservar en lo más íntimo de su espíritu este beso maternal, como el niño los que recibe de su madre en los días de su tierna infancia.

La patria anticipo de la gloria es, y por ello glorioso se siente quien todas las energías las emplea en su prosperidad. ¿No se aprecia del ser querido algo que le simbolice, algo que se relacione con su existencia? Nuestra madre patria nos entrega esta insignia, que tantas veces fue testigo de glorias y tristezas, para más unirnos con su brillante historia, que nuestros abuelos a costa de su sangre trazaron. Estos actos, goces son de nuestra madre Patria; consejas amorosas y estimulantes, prevenciones alentadoras de su corazón, pata que imitemos el ejemplo de nuestros antepasados, cuya sangre tenemos en nuestras venas. No se nos pide que acudamos al campo de batalla, a que, en el fragor de la lucha, los ayes de los heridos y el retumbar de los disparos, enardecidos, la defendamos. Eso, como hijos de España siempre lo haríamos. Hay otra lucha traidora, igual que los seres microscópicos invaden el cuerpo y producen la enfermedad, esa plaga social con sus teorías muy poéticas y absurdas trastornan el orden y la paz. Estudiaremos su propagación, distinguiremos con sutileza su influjo, y con el ejemplo y con las facultades de que dispongamos la destruiremos, ya que, en otras naciones, por no detenerlo a tiempo, están sintiendo sus perniciosos efectos

En el génesis de la vida de los seres, hay unas células, unas vitaminas organizadas en los que el Omnipotente ha depositado su facultad creadora para la posible existencia del ser. Estas células, estas vitaminas consideradas como superiores, presiden la ley de la vida, y la defienden contra posibles anormalidades que darían al traste con la existencia del ánima.

El Somatén, en la vida social española, es el que está llamado a evitar cualquier anormalidad que quiera alterar el orden y la paz en la sociedad. ¡Somatenistas! Sois esos seres privilegiados con energía y rectitud de conciencia, los que sentís en vuestros corazones la hidalguía que la raza española siempre mostró. Encarnáis el orden y la paz tan necesarios para la vida y prosperidad de los pueblos. Debéis sentiros orgullosos de llevar la insignia del Somatén en vuestros pechos y ser cobijados bajo los pliegues de esta bendita bandera que hasta en sus colores simboliza lo que siempre mostró en la historia de nuestra querida España. Y con la mano puesta sobre el corazón, pensando en la altísima misión que en la paz social habéis de desempeña, lanzad un hurra para sublimar el acto en que nos hallamos: ¡¡Viva España!! ¡¡Viva el rey!! ¡¡Viva el Somatén!!».

El excelentísimo señor comandante general habló, por último, haciendo atinadas observaciones a los somatenistas acerca de sus derechos y deberes, y después de ensalzar la institución del Somatén, terminó con vivas a España, al rey y al Somatén, que fueron contestados con unánime e inmenso griterío.

Seguidamente el cabo del Somatén, a la cabeza del grupo de somatenistas, ante la bandera y delante de la imagen de la Inmaculada, juraron defender y conservar la preciada insignia.

A los acordes de la marcha real, sale la bandera y toda la comitiva del templo, dirigiéndose al Ayuntamiento, en cuyo salón de fiestas se sirvió a todos un vino de honor, abundando las pastas y cigarros, y en todos gran alegría y contento. En resumen, un gran día para Mocejón.

Nuestra sincera gratitud a los ilustres señores que dieron tanto realce a la fiesta con su presencia; a la señorita madrina, que nos dejó tan grato recuerdo y al organizador señor Santos, a quien corresponde, en primer término, la formación del Somatén y el éxito de la fiesta reseñada. Otros cinco como él y Mocejón regenerado. – El corresponsal local, PEDRO GALINDO. Mocejón, 10-XII-25».

Por otra noticia, también publicada en El Castellano, del 20 de diciembre de 1929, titulada “La música de Mocejón”, sabemos que don Pedro es el “gran protector de la banda de música de Mocejón”.

Curiosamente el ejemplar de El Castellano, del 25 de abril de 1935, narra extensamente la Semana Santa en Mocejón que preside el “señor cura Tomás Galindo” que actúa de regente, puesto que el párroco sigue siendo don Pedro.

En el periódico de esa misma fecha, en la última página, se da noticia que con motivo del septenario de la Virgen de los Dolores han comulgado más de mil quinientas personas en Villafranca de los Caballeros (Toledo). Predicó en el novenario fray Ángel Hernández-Ranera; y el domingo de Ramos comenzó una breve misión el Dr. Ricardo Pla (los dos fueron beatificados en 2007). Al final se lee: «Hemos tenido el gusto de saludar a don Pedro Galindo, párroco de Mocejón, que vino estos días para ayudar al señor cura». El cura regente era el siervo de Dios Julián Muñoz Cuesta.

Finalmente, entre las páginas de “El Castellano” del 29 de octubre de 1935 leemos que Sonseca ha conmemorado brillantemente las bodas de oro del Apostolado de la Oración: «Celebró la santa misa el señor cura ecónomo, doctor don Casimiro Rivera Eusebio, asistido por el señor capellán del Hospital provincial, don Francisco Fernández, siempre celoso por el bien de su pueblo, y por don Pedro Galindo, sacerdote adscrito y cura párroco de Mocejón».

Así que podemos concluir que desde 1935 don Pedro está adscrito a la parroquia de Sonseca, y el motivo es sin duda que residen en esta localidad parientes suyos [recordemos, que ya en noviembre de 1920 había asistido al funeral de un sacerdote de la familia en Sonseca].

Los episodios de 1936. Recuerda Rivera Recio en el martirologio de Toledo que el censo de la parroquia de Sonseca era de «cinco mil quinientos cuarenta y nueve habitantes; en ella, ya antes de la revolución, se creó la animadversión contra la Iglesia de parte de la Casa del Pueblo, impidiendo los actos del culto fuera del templo.

En la feligresía se encontraban el 18 de julio de 1936, además del ecónomo, don Casimiro Rivera Eusebio, y el coadjutor, don Leoncio Martín de la Torre, varios sacerdotes eventualmente o en calidad de adscritos».

Más adelante dice don Juan Francisco Rivera «que fueron siete las víctimas sacerdotales con cuya sangre se tiñó la parroquia de Sonseca».

Se conserva el testimonio del sacerdote Dionisio Barragán Minaya que falleció el 22 de septiembre de 1950 siendo capellán de Reyes de la Catedral Primada y capellán de las Jerónimas de San Pablo. En el texto, que transcribiremos durante las próximas entregas. Afirma don Dionisio que el 9 de septiembre [de 1936], por la tarde, los milicianos entraron en mi encierro [estaba en el cuartel de la Guardia Civil convertido en prisión por los milicianos] al sacerdote en cuya casa estuve detenido unos cuarenta días, y después de habernos injuriado a los dos groseramente, se marcharon. Nos confesamos mutuamente y al día siguiente, a media noche, se llevaron los milicianos a dicho don Pedro para fusilarle».

Aunque al día siguiente era 10, consta en la documentación que el siervo de Dios Pedro Galindo Martin fue fusilado la madrugada del 12 de septiembre junto a otras tres personas: el sacerdote Juan Diaz Garcia; y los seglares José García Rodríguez, industrial y José Antonio Echegoyen, estudiante. El lugar fue el Km 31 de la carretera a Orgaz.

El Siervo de Dios junto a unos novios de Mocejón