MANUEL HIDALGO CARPINTERO
Capellán de las monjas terciarias de El Bonillo (Albacete)
El Bonillo es un municipio de la provincia de Albacete. Ya en el primer tomo de la persecución religiosa en la Archidiócesis de Toledo, que publicamos en 2019, explicábamos que la diócesis de Albacete fue creada por el venerable Pío XII el 2 de noviembre de 1949 mediante la bula apostólica “Inter Praecipua”.
Para la constitución de la base territorial de la nueva sede, originalmente sufragánea de la archidiócesis de Valencia, hubo que hacer los siguientes desglosamientos: separar de la diócesis de Cartagena para añadirlos a la nueva, los arciprestazgos de Albacete, Almansa, Casas-Ibáñez, Chinchilla, Hellín, Jorquera y Yeste, que perteneciendo antes a la diócesis de Cartagena, lo eran civilmente de la provincia de Albacete; de la diócesis de Cuenca se desmembró el arciprestazgo de La Roda, que comprende las parroquias de La Roda, Fuensanta, Madrigueras, Casas de Roldán, Montalvos, Tarazona de la Mancha y Villalgordo del Júcar. Por último, de la diócesis de Orihuela-Alicante se separó el municipio de Caudete.
Posteriormente, la zona de Alcaraz y Campo de Montiel, pertenecientes a la archidiócesis de Toledo, entraron a formar parte de la recién creada diócesis de Albacete. Sucedió con fecha del 25 de julio de 1966. Se anexionó a la diócesis la parte de la provincia civil que aún pertenecía a la archidiócesis de Toledo, coincidiendo desde entonces provincia civil y diócesis.
Finalmente, la antigua iglesia parroquial de San Juan Bautista de Albacete fue elevada a categoría de catedral el 5 de mayo de 1955. El 28 de julio de 1994 la diócesis de Albacete pasó a ser sufragánea de la archidiócesis de Toledo.
El Bonillo pertenecía al arciprestazgo de Alcaraz. Fueron trece los sacerdotes sacrificados en este arciprestazgo y entre ellos el beato Bartolomé Rodríguez Soria, que fue beatificado en Roma, el 28 de octubre de 2007. Los dos sacerdotes sobre los que vamos a tratar son el siervo de Dios Emilio Palomar Buendía, adscrito a la parroquia y Manuel Hidalgo Carpintero, capellán de las Carmelitas, asesinados juntos el 21 de agosto de 1936.
EMILIO PALOMAR BUENDÍA era natural de El Bonillo, hijo de Juan y de Gabina; su única hermana se llamaba Juana. Vivían en la calle Santa Catalina n° 4 y la familia gozaba de una posición económica holgada. Emilio realizó sus estudios eclesiásticos en el Seminario de Toledo. Al poco tiempo de ser ordenado sacerdote fue destinado a su pueblo natal como coadjutor de la parroquia de Santa Catalina. Era músico y compositor de algunas letras para actos religiosos y populares como los "mayos".
Según el testimonio de algunos de sus paisanos que le conocieron, llevaba una vida tranquila entre la familia y sus obligaciones religiosas. Entre sus aficiones estaba la caza, que practicaba en algunas tierras de su posesión en la carretera de Viveros.
MANUEL HIDALGO CARPINTERO también era natural de El Bonillo, la guerra le sorprende ejerciendo de capellán de las monjas Terciarias Carmelitas que trabajaban en el pueblo. Era hijo de Manuel y Rita. Sus hermanos eran: Bartolomé, Honorato, Sotero, Carlos, María y Carmen. Realizó en Toledo los estudios eclesiásticos. Apenas tenemos más datos sobre él con la excepción de los que se refieren a su muerte.
Según información facilitada por un vecino de Lezuza (Albacete) y por familiares y testigos del siervo de Dios Manuel Hidalgo, capellán de las monjas Terciarias de El Bonillo se afirma que el 21 de agosto de 1936, cuando anochecía, llegó a El Bonillo un camión con un grupo de milicianos procedentes de Albacete, y que apresaron en sus respectivos domicilios a Don Manuel y a Don Emilio y al que ejercía de médico en el pueblo, Domingo Gómez Pozo. Se les condujo al paraje conocido como Cuesta de la Paraisa en las inmediaciones de Lezuza (Albacete) donde fueron fusilados ambos sacerdotes, junto al médico del pueblo. La localización exacta de este paraje es un tramo situado entre el puente del río Lezuza y la aldea de Paraisa, carretera local de Balazaote-El Bonillo, en el kilómetro 30 aproximadamente. Tras ser asesinados sus cadáveres quedaron abandonados varios días hasta que unos feligreses los recogieron.
De la detención de don Manuel, familiares y testigos afirman que los milicianos fueron a buscarle a casa de Honorato, hermano del sacerdote, donde vivía él. Y apresaron a Honorato, pensando que era el sacerdote. Al montarlo en el coche, dijeron que ese no era el que buscaban, y lo dejaron. Entonces fueron a casa de Carmen, otra hermana, que ya había muerto, donde estaba él, cuidando a sus sobrinos, pues el padre, su cuñado, estaba en la cárcel. Allí lo apresaron.