BONIFACIO AGUILERA GIL
Organista en la S.I. Catedral de Toledo
Capellán de las Comendadoras de Santiago
Bonifacio nació el 14 de mayo de 1882 en Pedraja de San Esteban (Soria). Recibió el orden sacerdotal el 9 de junio de 1906. Logra por oposición la plaza de organista en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Muela de Monteagudo de las Vicarías (Soria). Tras dejarla, la ocupará su hermano Flavio (1890-1963), también sacerdote.
En la “Relación de Maestros de Capilla y Organista de la Catedral de El Burgo de Osma” que José Ignacio Palacio Sanz publicó en 1996, en el vol. 19 de la “Revista de Musicología”, nos dice que el Siervo de Dios fue maestro de capilla de 1911 a 1924. De hecho en la obra sobre Quintín Rufiner (1871-1956) de Juan Luis Sáiz Virumbrales (“Quintín Rufiner. Biografía y análisis de la obra de un modesto organero vallisoletano”); en la página 90 cuando se habla de cómo el Cabildo de la Catedral de El Burgo de Osma (Soria) desea reparar el órgano del lado del Evangelio, el 12 de junio de 1923, aparece Bonifacio Aguilera en la comisión creada para ello.
Entre sus obras destacan: “Entrada, andante y salida para órgano” o la musicalización del poema de Santa Teresa “Vivo sin vivir en mí”.
Durante más de diez años ocupará el cargo de organista de la Santa Iglesia Catedral Primada en Toledo. También era Capellán de las Comendadoras de Santiago. Vivía con su hermano José, en una casa frente al Porche de Santo Domingo.
La primera noticia que aparece sobre don Bonifacio en “El Castellano”, lleva fecha del 31 de diciembre de 1924: “Su eminencia reverendísima (se trata del Cardenal Enrique Reig y Casanova) ha firmado los siguientes nombramientos: …Comisión de Música Sagrada: Presidente, muy ilustre señor don Joaquín de la Madrid, chantre de la S.I.P.; Vocal, señor don Luis Ferré Domenech, maestro de Capilla de la S.I.P; Idem, señor don Bonifacio Aguilera, organista de la S.I.P.; Idem, señor don Féliz Sáez de Ibarra, id.; Idem, señor don Juan Bautista de la Asunción Borrás, tenor de la S.I.P.; Idem, reverendo padre Eliseo de la Torre, S.J.”.
Sobre los trabajos musicales, la primera noticia aparece con motivo de sus primeras fiestas del Corpus: “al iniciarse la procesión y hasta que salió de la Catedral, los dos organistas beneficiados, señores Sáenz y Aguilera, en los dos magníficos órganos de coro de Leones, ejecutaron composiciones combinadas, de gran efecto”.
En varias noticias de “El Castellano” se le califica de eminente pianista. En 1930, en unas composiciones musicales, con motivo de las fiestas solemnes de la Inmaculada, aparece mencionado como profesor del Seminario Mayor. Y, en las crónicas de las fiestas de la ciudad, siempre se puede leer “solemnizará estos cultos un conjunto de voces con la dirección del organista de la Santa Iglesia Catedral Primada, don Bonifacio Aguilera”. Con fecha de 14 de abril de 1931 se da noticia de unas conferencias que el cardenal Segura está dando a los alumnos de la Academia de Infantería de Toledo “preparatorias al cumplimiento pascual de los señores caballeros alumnos… Amenizaron el acto, con inspiradísimos y bien ejecutados cánticos, los seises de la Catedral, dirigidos y acompañados al piano por su dignísimo y competente maestro, el beneficiado de la misma, don Bonifacio Aguilera”.
Como ya quedó dicho, don Bonifacio era también capellán de las Comendadoras de Santiago, y por eso estuvo presente, al comienzo de 1935, en la cesión que las religiosas hicieron del edificio que ocupaban hasta entonces, el llamado Convento de Santa Fe cuya compra efectuaba el Banco de España. En la noticia se dice que el famoso fotógrafo de Toledo, Eugenio Rodríguez Toledo, ha tomado “varias placas del suceso”. Eduardo Sánchez Butragueño, autoridad máxima en el tema de la historia fotográfica de Toledo, me hace llegar la foto que aparece en el artículo. La publicó ABC (22 de enero de 1935) y Blanco y Negro (3 de febrero de 1935).
En ella aparecen el notario Diego Soldevilla, Jesús Resino, Director de la sucursal en Toledo del Banco de España, Abilio Calderón, consejero del Banco de España, Justo García, alcalde de Toledo… Y, ¡cuatro de nuestros mártires!: el Siervo de Dios Agustín Rodríguez, provisor del Arzobispado (por la derecha, el que está sentado en el centro); el Siervo de Dios Alfredo van den Brule, asesor jurídico de la Mitra (del Arzobispado) y del Banco de España (por la derecha, primero de los sentados); el Siervo de Dios Pascual Martín de Mora, párroco de San Nicolás, del barrio donde se encontraba el Convento, (a la derecha, el segundo de los que están de pie). Y, finalmente, nuestro protagonista: el Siervo de Dios Bonifacio Aguilera que apoya sus manos sobre las rodillas (por la derecha, el primero de los sentados).
El Siervo de Dios José Aguilera Gil es el joven e inteligente administrador del diario local “El Castellano”. En el “Diario Oficial del Ministerio del Ejército”, del 22 de diciembre de 1928, se nos informa que José pertenecía “a la disuelta sección de música de la Academia de Infantería” de Toledo y que pasa al regimiento Covadonga de Infantería nº 40. De hecho en las notas necrológicas escritas en el libro-registro del Cementerio de Nuestra Señora del Sagrario, y que se conserva en el Ayuntamiento de Toledo, podemos leer: “De Toledo, impresor y músico, de unos 35 años... Procedente de la cárcel”. Al lado se ha escrito: “José Aguilera. Su viuda, Eusebia Ruano”.
Tras estallar la persecución religiosa, en los primeros días del mes de julio, como si se tratase de un plan trazado, cronometrado, las muertes martiriales van sucediéndose.
23 de julio. En la Plaza del Porche de Santo Domingo, se aposta un grupo de marxistas esperando la llegada de don Bonifacio. Todo el mundo lo conoce, pues es el organista de la Catedral de Toledo. Incluso entre los milicianos. Dos de ellos se atreven a ponderar el buen hacer del “cura” con el órgano catedralicio. De repente, se oye un portón cerrarse y alguien que se aproxima. Don Bonifacio, además de la música, tiene a su cargo la capellanía de las monjas Comendadoras, que todavía no hace el año que se trasladaron a la Calle del Cobertizo de Santo Domingo. Y de allí viene, de repartirles la Comunión.
Mandan bajar a su hermano y los dos son conducidos a la Diputación Provincial, a unos locales que se han habilitado como cárcel. Pero en cuanto llegan a las puertas del edificio, José fue obligado a presenciar el asesinato de su hermano. A él le obligaron a ingresar en la cárcel, sufriendo el martirio en la Puerta del Cambrón la madrugada del 23 de agosto.
Como ya hemos narrado el 22 de agosto de 1936, unos aviones del ejército republicano que bombardeaban el Alcázar erraron en su puntería matando a varios soldados de su propio ejército. Este suceso produjo cierta efervescencia entre los milicianos, pero nada hubiese ocurrido si los jefes no hubieran tomado el hecho como motivo para perpetrar unos asesinatos en los que ya venía meditando. La horrorosa matanza de prisioneros, a la que la impericia de un aviador sirvió como pretexto, había de realizarse de todos modos. Ambos sucesos fueron enlazados casuísticamente, pero la elección de víctimas no fue debida al azar. Los encargados de consumar el hecho sabían perfectamente lo que tenían que realizar y no hubo titubeos ni improvisación. Cuando anocheció 80 personas, en dos grupos fuertemente escoltados por milicianos, franqueaban las puertas de la cárcel. El asesinato fue perpetrado con nocturnidad y traición. El mismo engaño con que los presos fueron sacados de la cárcel es una prueba de la alevosía del crimen. Allí estaba el Siervo de Dios José Aguilera. Los detenidos bajaban del Convento de Gilitos, convertido en prisión, hacia la puerta del Cambrón. Al llegar el grupo fue dividido: a unos los encaminaron a la cercana Fuente del Salobre y a los otros hacía el Puente de San Martín. En este paraje fue sacrificado José junto al resto de los mártires.