JUVENTINO CICUÉNDEZ HERVÁS
Adscrito a la parroquia de Puebla de Almoradiel
El tercer sacerdote que aparece en la lápida-homenaje que la Adoración Nocturna colocó en el interior del templo parroquial, también era hijo del pueblo. El siervo de Dios Juventino Cicuéndez Hervás nació en La Puebla el 25 de enero de 1879.
Sebastián Cirac lo define en su martirologio como “sacerdote prudente, bondadoso y activo”, cuando comienza la guerra, contaba 57 años y vivía con una hermana. Don Juventino estaba adscrito a su parroquia natal.
Usaba una bodega, propiedad de su familia, como lugar para escuchar una de las pocas radios que había en el pueblo, por lo que se congregaba allí mucha gente que quizá no iban mucho por la iglesia. Él aprovechaba aquello para predicar, convirtiendo aquella bodega en otro púlpito.
Celebraba diariamente la santa Misa con devoción, en el altar de la Virgen del Rosario, que estaba situado en la parte derecha del arco toral que divide el presbiterio con la nave en el templo parroquial.
Sin otro motivo que su condición sacerdotal, expropiado de todos sus bienes, fue detenido el 20 de julio de 1936 y conducido como un malhechor a la checa del Egido. Sometido a variados y crueles tormentos: recibió bofetadas, palos, empujones… Durante los días de su encarcelamiento, ejerció una labor verdaderamente sacerdotal y alentadora cerca de los demás, prodigándoles los divinos recursos de su sagrado ministerio, según testimonio de uno de los supervivientes.
La noche del 11 al 12 de agosto, junto a otros del pueblo, se les condujo en una camioneta con destino a una sima de Madrid, donde serían sacrificados. Pero finalmente decidieron parar en el kilómetro 70 de la carretera Madrid-Albacete, en el término municipal de Ocaña. Allí fueron fusilados y después quemados con gasolina en una fosa poco profunda. Eras las dos de la madrugada del 12 de agosto.
Los restos mortales de los tres sacerdotes están enterrados en la ermita de la Virgen del Egido, patrona del pueblo, lugar en el que tantas veces oraron a la Madre de Dios y, donde encarcelados, sufrieron tanto por Cristo y por su Iglesia.
Sebastián Cirac escribe en el prólogo de su obra, en 1947, que “reconocemos lealmente que el Martirologio de Cuenca aquí presentado, a pesar de los años empleados en recoger y en depurar  materiales, y en redactar sus páginas con el mayor cuidado, es incompleto. Sin embargo, con él, es Cuenca la primera diócesis de España que posee completa su Crónica de la Época Roja, y por ello, es Cuenca una de las pocas diócesis de la Iglesia Universal que tiene el martirologio más completo…”. ¡Sólo habían pasado diez años! El trabajo es magnífico, sobre todo en lo referido a los seglares, cuyo tema en tantas diócesis, a día de hoy, es desconocido. Nos acercamos, pues, a este trabajo para recoger la historia martirial de los seglares de la Adoración Nocturna cuyos nombres aparecen en la lápida, que se conserva en el interior de la parroquia de San Juan Bautista de La Puebla de Almoradiel.
 
El Martirologio de Cuenca, que lleva por subtítulo “Crónica diocesana conquense de la época roja”, fue escrito por Sebastián Cirac Estopañán (Barcelona, 1947). En él debemos buscar los datos de la parroquia de Puebla de Almoradiel, puesto que en los días de la persecución religiosa dependía de la diócesis de Cuenca.
Dicha parroquia pertenece al arciprestazgo de Quintanar de la Orden. Por entonces, contaba con nueve parroquias. Actualmente son siete las que forman el Arciprestazgo de Quintanar de la Orden (Cabezamesada, Corral de Almaguer, Miguel Esteban, La Puebla de Almoradiel, Quintanar de la Orden, El Toboso y Villanueva de Alcardete).
Cirac afirma que “el aspecto general de la vida pública de este pueblo, hasta febrero de 1936, era admirable por el orden, el trabajo y la vida austera de la mayoría de la población, profundamente religiosa y patriótica. La piedad, que se fomentaba en los hogares como parte más importante de la vida y de la educación, se exteriorizaba públicamente en la asistencia al culto divino y en el esplendor de las siguientes asociaciones muy florecientes: Jueves Eucarísticos, Marías de los Sagrarios, Apostolado de la Oración, Adoración Nocturna, Hijas de María, Cofradía del Carmen…”.
Desde las elecciones de febrero de 1936 se instauró un sistema de terror contra las organizaciones y personas católicas. Sumado a la complicidad de las autoridades republicanas de la provincia y de la nación, la concentración de la Guardia Civil en Toledo, la propaganda impía y disolvente importada de fuera “hicieron posible la más inesperada transformación de este pueblo, antes bueno y laborioso” y la perpetración de los más inimaginables desmanes, desde el asesinato en plena calle, hasta la violación de honradas mujeres”.